Andrés Vicente, un referente +35 del GEI

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Actualizado: julio 15, 2016

Luego del tremendo temporal del 2012 que azotó gran parte del conurbano bonarense, Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó sufrió enormes destrozos en sus instalaciones; desde esas contingencias, mucha gente del club se acercó a colaborar y de a poco se reconstruyó hasta esta realidad que lo encuentra en plena expansión edilica. A la vez, referido al básquet, varios ex jugadores decidieron reunirse y participar en el torneo +35 organizado por FeBAMBA.

Uno de ellos es Andrés Vicente, que si bien hizo sus primeros pasos en Midland, recaló en GEI muy joven e hizo allí su carrera en las divisiones inferiores, donde se hizo de amigos, entre ellos algunos con los que semana a semana defienden los colores de la camiseta de la entidad ubicada en la calle Lavalle, a pocas cuadras de la estación de trenes del Sarmiento.

«Empezamos complicados este año, no hicimos pretemporada, no pudimos juntarnos a entrenar, y se juntaron otros factores. Si bien jugamos en veteranos, no somos muy viejos, por lo que tenemos hijos chicos, recién nacidos, esposas embarazadas, trabajos… en fin, todo eso se juntó y nos impidió arrancar como debimos hacerlo. La temporada comenzó dando muchas ventajas desde lo físico y el juego. Robamos un par de juegos gracias al corazón y el destaque de algún compañero, pero colectivamente no fue bueno; aceitamos el andamiaje a través de los encuentros y eso ayudó a agarrar una racha en la segunda mitad de la fase que nos dejó bien posicionados en este momento», expresa Andrés en un alto de su agenda laboral en un mediodía semanal. El base-escolta afirma que el hecho de haber en el plantel entre diez y once jugadores que se conocen dentro de un rectángulo desde edad de mini les ayudó a encontrar enseguida la química de juego, a pesar de la nulidad de entrenamientos.

«Comparto equipos con amigos, compartimos fiestas, eventos familiares, nos vemos en los cumpleaños de nuestros hijos, entonces es una ventaja porque tenemos mucho ensamble grupal. A eso le sumamos jugadores que vinieron de Casa de Padua, con la pica y rivalidad existente entre ambos clubes, y sin embargo se acoplaron enseguida, entendieron la filosofía de este equipo».

Cuando se le pregunta si la filosofía del plantel son entrenamientos duros y dinámidos, aclara inmediatamente entre risas: «No, muchos asados…..Obviamente las prácticas no son muy exigentes, nunca lo fueron, pero ayudan a mejorar la mira de lanzamientos, aceitar ciertos movimientos, no estar tan duros».

No solo congeniaron jugadores del rival clásico, sino además, el entrenador es un producto del riñón de Padua.

«Chiqui (Pertuzzo) no nos conoce de chicos y también se adaptó enseguida al grupo, con nuestra forma de pensar y sentir la camiseta del equipo. A la vez, no se como tomar tener un técnico mucho menor a nosotros y que nos haya domado: no sé si es mérito de él o porque nosotros somos unos veteranos inmaduros… (risas). Tiene definidos los conceptos del básquet, lee muy bien los partidos y sabe comunicarlo. Encima enganchó enseguida nuestra química; somos amigos que jugamos por amor al club y él lo entendió instantáneamente. El otro día fuimos a jugar a San Fernando, con lluvia y mucho frío. El club es lejísimo para nosotros, por lo que Chiqui llegó diez minutos después de comenzado, pero llegó. Y no anda en auto: se subió a su moto, encaró la General Paz, la Panamericana y a pesar de todas las dificultades del tiempo, estuvo allí. Eso no lo hace cualquiera y demuestra ser uno más del grupo».

Es que si bien la competencia es fuerte y varios partidos conllevan un clima espeso por los deseos de ganar, antes y después de los mismos, la camaradería interna se expande al rival y es habitual ver planteles sentados en una mesa varias horas después compartiendo una cena. En la experiencia de Vicente están involucradas cientos de historias: hombres que se levantan temprano a trabajar, atender sus familias, llegar por la noche a las canchas donde deben jugar, y luego regresar tarde a sus hogares, donde varias veces encuentran a sus vástagos ya dormidos y solo les queda un espacio para charlar con sus cónyugues y descansar para así reanudar sus obligaciones al día siguiente.

Andrés está casado con Victoria, ex jugadora de voley en Círculo Urquiza y River Plate; ambos son padres de Lara (5 años)  y Zoe (en agosto cumple los dos), quienes aparte de su mayor sostén afectivo son el apoyo fundamental para continuar con la pasión del básquet.

«Si yo sigo jugando es gracias al apoyo y paciencia de Victoria y las nenas. Amagué un par de veces colgar los botines y fue mi esposa quien me motivó a seguir; me dijo que mientras pueda cuidar a nuestras hijas y darme este tiempo, que no piense en dejar. Es la principal razón por la insisto en jugar; no alcanza con querer al básquet y a tu grupo de amigos. Sin el apoyo de mi esposa no podría, porque es duro ya que vivo en Monte Grande, entonces regreso muy tarde. Ceno doce y media de la noche, me acuesto una hora después y a las 5.30 de la madrugada hay que estar en pie nuevamente. Ella fue jugadora de voley y tiene también esa filosofía similar a la mía, de criar a nuestras hijas con vida de club, porque es lo más sano que tuvimos».

Simultáneamente a la entrevista, Andrés se entera que el sexo de la criatura engendrada en el vientre de su esposa será otra nena; llegará en diciembre bajo el nombre de Anna. Se agranda la familia, por eso «seguiremos en esto hasta donde se pueda».

Los sueños infantiles fueron renovados, y hoy, desde el sitial de jugar en «veteranos», se le pide un consejo para aquellos chicos que hoy están en una posición similar a la de este jugador cerca de tres décadas atrás.

«En toda edad debe hacerse un esfuerzo. Nosotros los grandes lo hacemos con los horarios y congeniar diversas obligaciones, entiendo que hay chicos en formativas con el tema estudios, determinados temas familiares les exige un esfuerzo extra, pero a la larga uno estará agradecido por los sacrificios. El básquet, la vida en un club y el deporte en general te va formando como persona también; y eso es lo más importante por sobre cualquier resultado deportivo. Tuve profesores que me inculcaron valores y amor por el básquet y por eso me cuesta tanto largarlo a pesar de los esfuerzos. Luego están los cuidados personales, en cuanto a las comidas, descansar bien, los excesos; te lo dice alguien que aprovechó su juventud para salir y disfrutar y no por eso dejar de cuidarse. Tal vez por eso, más allá de ser mayores de 35 años estamos enteros, incluso varios que superan los 40. Eso se debe a llevar en nuestros tiempos juveniles una conducta que respondió a los consejos de nuestros entrenadores».

Andrés Vicente, integrante de los +35 del Gei, que pelea en la Zona B. Pero sobre todo, aprovechan el torneo para continuar con su amor por el básquet iniciado hace muchos años atrás.