El regreso de Iván Katz en Club Morón

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Actualizado: mayo 11, 2016

«Era un clima raro entre nosotros en el banco, y con los padres que estaban en la tribuna. Meto un doble y vale y de la calentura por todo lo que estábamos pasando, le pego una piña con todas las fuerzas a la colchoneta del fondo. Me quebré el quinto metatarsiano de la mano…».

Faltaban apenas dos semanas para jugar cuartos de final contra Lanús, e Iván Katz, base y figura de un Club Morón con un respetado U19 quedaba afuera de la temporada por un acto sin pensar, llevado por las emociones donde los nervios prevalecían, en una fecha de visita por el TOP 20 a Huracán de San Justo.

«Por esa idiotez que hice, me tocó ver el partido con Lanús sentado en el banco. Al verme con el yeso, me preguntaban qué pasó, y busqué cualquier excusa, porque la realidad era que no quería admitir mi error. Por suerte mis compañeros jugaron un partidazo y ganaron. Estábamos en semis y el rival, Obras de visitante, con un tremendo equipo donde estaban Juampi Lugrin, el Colo Marziali, Facu Vazquez e Hilario Gutiérrez».

Iván, próximo a cumplir los 20 años, es en la vida como dentro del rectángulo: arrebatado, sanguíneo, voluntarioso y con una entrega total a lo que le gusta. Por eso, a pesar de estar un mes con el yeso, la semana previa del choque ante Obras en Nuñez, se lo sacaron y con apenas dos entrenamientos y el dedo de la mano derecha completamente adolorido, le rogó a su entrenador (Jorge Plez) no perderse ese partido.

«Juego solamente con la zurda, me dedico a pasarla solamente, a ser apoyo del equipo, pero quiero estar con mis compañeros», le dijo a su coach, quien le respondió que entrenara y de acuerdo a cómo estaba y respondía físicamente, podría ser uno de los doce jugadores.

«Obviamente Jorge no me puso de titular, pero faltando pocos minutos del primer cuarto, ingresé enfocadísimo. La primera pelota me mandé en bandeja con la zurda y gol, la segunda, voladita con la zurda y gol. Al final jugué todo el partido, usando solamente esa mano. El primer tiempo lo ganamos por cuatro; recuerdo que los gritos de Santi Petersen (entrenador de Obras) se escuchaban del otro lado de la cancha. Ellos entraron con otra actitud y nos terminaron derrotando apenas por tres puntos. Tuve la posibilidad de empatar con el último tiro desde la línea de tres, pero el dolor de la mano derecha no me permitió lanzar como quería, y después me reproché nuevamente aquella piña en San Justo. Aprendí de mis errores…»

Unas semanas después, en pleno verano, Morón apunta fuerte con un proyecto para el Torneo Prefederal. Con un plantel cuya lista de buena fe incluía como bases a Maxi Stanic, Juan Laprovitola y el propio Katz. Pero en una de esas calurosas tardes, luego de la sesión en el gimnasio, el hijo de Esteban y Karina y hermano menor de Lucas, sintió un tirón inédito en su espalda.

«Llegué a mi casa, me tiré en la cama a dormir la siesta, y cuando quise levantarme para ir a entrenar, literalmente no me podía mover. Llamo a mi vieja, llorando de la desesperación, y ella pidió que me tranquilice. Junto con mi novia Aldana, me llevaron hasta la guardia. Me dieron unos calmantes, porque moría del dolor y me realizaron una resonancia. El dolor se fue, y como no volvieron los síntomas, creí que solo era un susto. Encima, el especialista en caderas vio la resonancia y dijo que no tenía nada, que podía estar tranquilo….».

Desde ese diagnóstico, Iván se fue de vacaciones y regresó en enero, para incorporarse a los entrenamientos.

«Tal vez los efectos de la droga para calmar los dolores duraban solo unas semanas, porque fui al club, me puse los cortos e inmediatamente me asaltaron los mismos síntomas de diciembre. No me podía mover».

Su familia lo llevó a otro médico, Víctor Verna, quien operó entre otros a Juani Hernández, jugador de Los Pumas y el Pipita Higuaín. Cuando el especialista miró la resonancia, fue contundente: se operaba o corría el riesgo de no poder volver a jugar al básquet.

«Si querés seguir jugando, debo ponerte una prótesis de dos clavos traídos de Alemania porque los nacionales son muy rígidos y podés lastimarte los discos de más arriba, me dijo.  Era algo que jamás pensé escuchar, tener unos clavos en mi espalda, y además, estar parado ocho meses…», admite el base.

Iván anhelaba jugar el Prefederal, por eso consultó con los responsables del club. Obviamente, desde ambas partes buscaron una manera de poder integrar el plantel. Regreso al consultorio y pregunta al doctor sobre si existía un modo de jugar.

«Me dijo que era imposible; tenía varios traumatismos en mi espalda y los tiempos eran ajustados. Mis lesiones en la hernia estaban muy avanzados y me molestarían siempre. Me tomé una semana, hablé con mi familia, novia y amigos. Al final, decidí ingresar al quirófano, si en definitiva eso sería para mi beneficio a futuro. Y cuanto más rápido me operara, más rápido volvería».

La operación fue el 13 de abril, y duró cuatro horas. Una semana en terapia intensiva, inmovilizado por completo en la cama. A los pocos días, un kinesiólogo le manda a caminar por la habitación. «La primera sensación era tener un ladrillo de diez kilos en la columna, no podía mover el cuelllo ni trasladarme hacia atrás».

El retorno a su hogar, sin poder hacer nada. Las materias pendientes del secundario continuaron pendientes, y como consecuencia de la completa inactividad, la depresión.

«Estaba caído mal de la cabeza, sintiendo que no volvería a jugar. Cuando por las noches el dolor crecía, me preguntaba la razón de la operación, si era la salida correcta al momento de decidir hacerla. Soñaba que jamás estaría dentro de una cancha, y si entraba, lo hacía mal. Eran pensamientos horribles, me tiraban abajo en mi recuperación anímica y mental», confiesa Katz.

Las visitas al Centro Ortopédico Peláez fueron el espacio donde comenzó a depurar esos sentimientos negativos. Allí, de a poco, los masajes, kinesiología, fortalecimiento abdominal, lumbares, fueron recuperando la autoestima. En escaso tiempo había subido 17 kilos, por lo que también se sometió a una dieta estricta, que hoy día mantiene bajo la supervisión de Lorena Elorga, actual nutricionista de Morón. Ya bajó quince de esos kilos excedentes.

«El alta estaba estipulada para mediados de octubre, y cuando en septiembre, el doctor me dijo que todo iba bien encaminado, recuperé las ganas de todo. Ya iba a la cancha, entrenaba, coordinaba los movimientos de tiros que había perdido en los meses de inactividad».

Uno de esos viernes, por el Torneo de Primera, Morón jugaba el clásico con el Deportivo. Y un día antes, recibe el alta médica, tras mandarle mensajes al celular del doctor durante todo el día. El deseo de estar en ese partido lo llenaba de ansiedad. Regresó, y el Halcón venció al Gallo. «Metí tres triples, incluso», dice con el rostro pletórico de felicidad al recordar ese momento único. Los meses de angustia, encierro, adicción a las series de televisión y fantasmas asaltando la mente, quedaban sepultados.

«Lloré mucho en esa etapa dura. Veía a los infantiles correr, y me angustiaba sentir que me ahogaba al dar dos vueltas a la cancha. Por suerte, mi familia y novia me acompañaron en todo momento».

Y esos afectos estuvieron aquella noche de playoffs contra Los Indios. Venía de meter 25 en Moreno, y en su casa, en una noche mágica, convirtió 44 para llevar junto a sus compañeros la serie a tercer juego. Lo que siguió era anecdótico. Iván estaba definitivamente de regreso.

Y hoy, en su plenitud física, enfocado en el Prefederal.

«Me encanta este proyecto donde los chicos podemos ser parte del equipo que representa al club. Poder estar de titular junto a Lautaro (Giambroni) y Mauro (Pérez Ondarts), que venimos jugando juntos desde preinfantiles y poder enfrentar de igual a igual a equipos integrados con jugadores de gran experiencia y categoría, es algo espectacular».

Sin representante en la actualidad, busca hacer un buen certamen y en agosto poder probarse en algún equipo disputando torneos nacionales, sea en el ámbito metropolitano o del interior.

«Quiero saber hasta donde puedo llegar en esta transición al profesionalismo», confiesa, habiendo pasado esa experiencia hace poco, cuando estuvo una semana a prueba en Platense, quien actualmente está jugando las finales del Sur en el TNA, con la idea de conseguir el ascenso a la Liga Nacional.

De esos momentos dolorosos, el jugador aprendió y sabe lo que no debe repetir.

«Las personas somos asi: hasta que no nos chocamos contra la pared, no aprendemos. Yo me di uno grande, y me hizo ver las cosas desde otro lado. Maduré mucho en mi cabeza. No quiero volver a pagar ese precio alto, fueron meses malos y no deseo pasar por esa situación nuevamente».