Se realizaron las Reuniones Regionales de FeBAMBA
Con el objetivo de seguir fomentando el desarrollo del básquet en cada...
Leandro está como en su casa, y se mueve a través de un racimo de niños del minibásquet que lo miran con cierta admiración. Le hablan, le preguntan por sus ilustres compañeros, y él les responde. Luego, se va al costado del rectángulo mientras los infantiles y cadetes están a punto de culminar el entrenamiento semanal. Se rodea de ex compañeros y allí es uno más.
Leandro es Cerminato, pero en AFALP se lo conoce simplemente como el Chino, otro de los hijos pródigos que la entidad de Ciudad Jardín tiene como representante de su cantera, la cual decantó esta temporada en su primera participación del TOP 20. Entre sus amigos, se ríe, se banca las bromas y por una lesión que arrastra en una de sus piernas, se banca las chanzas de cuerpo técnico y jugadores, al pedirle que se retire del rectángulo porque no está en sintonía con la práctica. Es entonces donde se aparta y habla con Prensa.
«Un día, Hernán Mandole se comunicó con Lalo (Javier Fonteiriz, entrenador jefe de AFALP) y le comentó acerca del proyecto de San Lorenzo con Julio Lamas y la Liga Nacional, donde incluía el reclutamiento de varios juveniles. Y allí estaba mi nombre. Lalo lo habla primero con mi viejo (Rubén, ex jugador en Institución Sarmiento) y él luego a mí. Estuvimos de acuerdo enseguida con la propuesta y nos reunimos con Hernán acá. En ese momento, cerca de agosto, no sabía muy bien acerca de lo que haría San Lorenzo, aún no se hablaba de la llegada de todas las figuras, solamente estaba el tema de juveniles. Pero una vez concretada sus llegadas, fue increíble, porque entrenar con Walter, el Penka, Marcos no solo es una experiencia emocional buenísima, sino desde lo basquetbolístico un salto de calidad muy grande», indica Leandro mientras la noche semanal deja entrever el frío invernal.
Justamente, se le pregunta sobre sus sensaciones al ver por primera vez en el mismo vestuario a una gloria como Herrmann.
«No caí al principio, recordé cuando de pibe venía al club y había una foto gigante con Walter firmando una pelota de básquet y yo lo miraba como un campeón olímpico, una estrella, y ahora me tocó entrenar y jugar con él. Increíble; admito haber tenido miedo cuando en esa primera práctica lo debí marcar, pero cuando terminó, tuve la alegría de sentir que había estado con un monstruo. Encima, no es de dar muchos consejos, pero siempre está con buena onda, hace chistes, nos hizo sentir integrados a los más chicos».
No solo estuvo rodeado de compañeros ilustres, sino fue entrenado por uno de los técnicos más prestigiosos.
«Julio nos juntó a los juveniles previo al primer entrenamiento y nos explicó que el motivo por el cual estábamos era el de ayudar a los profesionales en las prácticas porque eran justo diez, y como siempre hay alguno en kinesiología o lesionado, debíamos completar el equipo. Poner el máximo de nuestras capacidades y en consecuencia, absorver todo lo bueno de estar en ese nivel para nuestro progreso».
Su debut en la Liga fue en aquellas fechas donde el Santo padeció las bajas de sus figuras y entonces los más chicos tuvieron varios minutos en cancha. Ante Peñarol fue su bautismo oficial en el profesionalismo y luego con Obras, ambos partidos disputados en cancha de éste último. Fue contra el Milrayitas sus primeros puntos, «un doble y falta, que erré», dice entre risas.
Pertenecer a un equipo como San Lorenzo le cambió hábitos diarios. «Yo no salía de Ciudad Jardín (donde vive junto a Papá Rubén, Mamá Laura y su hermana menor, Camila) y debí luego levantarme a las siete de la mañana para llegar a la UADE luego de tomar tren y subte; entrenar y regresar a la tarde». Además, debió hablar con la institución educativa donde cursaba (Colegio Alemán) y ver como culminar la secundaria. «El director no solo entendió, sino me felicitó y permitió ir dos días a la semana para no perder el año. Cuando iba, pedí los exámenes y pruebas, estudié en casa y rendí las materias». Le quedaron dos, pero en diciembre las aprobó y recibió su título como alumno secundario.
Nacido el 9 de junio de 1998, cumplió ya el sueño de ser un Campeón de Liga Nacional. «Al principio no lo imaginás, pero luego ves que se dan ciertos resultados y comenzás a pensar eso como una chance real».
¿Cuándo pensó que se podía dar el campeonato?
«No terminamos del todo bien la temporada regular, hubo altibajos. Pero arrancaron los playoffs, barremos 3-0 a Obras y luego, cuando le ganamos a Comodoro, el candidato, en su cancha, sentí que teníamos posibilidades de ser campeones. El otro equipo era Olímpico, pero La Unión lo eliminó y por suerte se nos dio».
¿En la previa con los formoseños, le invadió al Chino sensaciones de ansiedad al pensar lo cerca de ingresar en la historia grande del básquet argentino?
«La peor fue esa noche anterior al cuarto partido, allí pensé que estaba a un paso de ser campeón de la Liga y me costó dormir; al final salió todo bien por suerte», rememora con una melancolía cercana sobre el inolvidable acontecimiento.
Apenas consumado el 4-0, los festejos desatados, la gloria inmensa y luego transcurrido todo, cena incluida con compañeros, cuerpo técnico y dirigentes, revisar los saludos y felicitaciones en el celular.
«El primer mensaje fue el del grupo de whatsApp que tenemos con los chicos de AFALP; la mayoría no juega más, pero seguimos en contacto, nos reunimos, salimos, somos amigos».
Llegado a los seis años y luego de un año en fútbol, el padre lo presentó al entonces profesor de la Escuelita Jorge Dalbes (actual coordinador general en Universidad de La Matanza); éste lo vio alto para su corta edad e inmediatmente lo integró al equipo de Mini. Hoy Leandro es un alero de 2.01 que al ingresar a la cancha del Verde lo siente «normal, toda mi vida he estado aquí; lo raro es no entrenar, y más aún ahora lesionado. Un día que no entrené con San Lorenzo, me vine acá, le pedí permiso a Lalo y pude hacerlo con los chicos»
El Club le dio no solo compañeros sino amigos. Cuando se le pregunta por uno al que considera como su hermano, no lo duda:
«Nacho (Ignacio Vázquez, jugador U19), vive a dos cuadras de mi casa y nos vemos todos los días. También con Mateo (Cazabat) y otros que son un par de años más grandes como Juan Cruz Echevarrías, Paco (Vázquez, hermano de Nacho) y toda esa camada, con los que me llevo muy bien»
Fue parte de un gran 2015 para la entidad, donde no solo consiguió el ascenso al TOP 20, sino se consagró campeón del oeste, tras vencer sucesivamente al 1,2 y 3 de la conferencia en playoffs.
«Me da alegría verlos competir contra equipos como Obras y Lanús, con chicos donde pude compartir selección nacional. Observar que esos clubes grandes se miden contra AFALP es muy importante porque se aprende mucho; también me alegró mucho el campeonato en el Oeste, porque integré ese equipo hasta agosto; no era lo esperado, porque entró como octavo pero terminó como el mejor».
Y ahi se va Leandro, a reir y charlar con sus ex compañeros, amigos de la vida. Allí es uno más, este Campeón de Liga Nacional con San Lorenzo.