Santiago Juárez, del Federal a Midland

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Actualizado: abril 28, 2017

«Hay un sentimiento fuerte con Midland, el club de mi viejo, el club de mi barrio donde tengo tantos amigos, mucha gente querida que plantean un sentido de pertenencia aún mayor. Por todos los lugares donde pasé hubo gente  genial que me transmitió y enseñó muchísimo; Midland tiene algo particular, tiene que ver con mi historia personal».

Santiago Juárez llegó desde la costa atlántica a los catorce años al club de Libertad, y allí estuvo tres años donde vivió con intensidad el básquet, aprendió y fue la plataforma para que Ferro Carril Oeste posara sus ojos en él y partiera hacia Caballito. Luego vistió las camisetas de Gevp, Las Heras, Geba y Villa Mitre, donde disputó los últimos dos Federales. Pero sin dudas, aquellos inicios en Libertad le dejaron una huella imborrable, amigos y por eso, apenas concluida su participación en el conjunto de La Paternal, tuvo propuestas para jugar el Prefederal, que se suman a anteriores de clubes del interior del país. Pero optó por regresar a Midland y participar durante los meses del receso profesional en el torneo de conferencias, donde el Funebrero comenzó de manera óptima en el grupo 4 de la conferencia oeste, venciendo como visitante a Claridad con la última pelota y esta noche nuevamente jugará fuera de su casa, en Haedo contra Centro Español.

La razón de la decisión tomada, no solo es poder descansar de una temporada exigente en el Torneo Federal, sino también poder enfocarse de lleno a sus estudios de Medicina, donde cursa el quinto año en la UBA, y espera poder recibirse en 2018. Y de allí en bajar los decibeles de competencia, rodearse de sus amigos, el entorno del barrio donde vivió en la adolescencia y reforzar sus estudio.

«Estoy en la parte más linda de mi carrera, que se asemeja lo más posible a trabajar en un hospital con esas materias. Estoy en Hospital Luis Pedro Guemes, de Haedo, donde hago el ciclo clínico y extra académico (guardias). No tengo aún pensado una especialidad a seguir una vez recibido, pero tengo la seguridad que lo haré. A partir de la secundaria sentí el deseo de estudiar medicina; siempre admiré como se manejaban los médicos o la postura tomada ante situaciones delicadas. Tengo una amiga de la familia que es doctora, me gustaba su forma de pensar y vivir la  vida; me pareció una referencia a lo que yo quería ser», expresa Santiago en el regreso a su casa, pasada la medianoche luego del entrenamiento en Libertad, y tras una jornada extensa de estudios en el Hospital.

«Mi función es recibir a los pacientes, preguntarle de donde son y a veces realizar electrocardiogramas, suturar y limpiar heridas, entre otras cuestiones dentro de la guardia. Obviamente me movilizan ciertas situaciones humanas, estás trabajando con personas que llegan con complicaciones de salud. Pero se intenta despegar para poder hacer tu tarea con la mayor profesionalidad posible; que no te afecte al mimetizarte con el dolor ajeno, aunque es imposible despegarte del todo», admite.

Momento de hablar nuevamente de básquet, y su análisis de lo que fue la temporada con Villa Mitre en el Federal.

«Éramos un equipo con algunas falencias en relación al armado de otros rivales; progresamos a medida que transcurría el torneo, intentando encontrar un estilo de juego. Sabíamos de nuestras limitaciones, y allí radicó nuestra fortaleza, a partir de eso mejorar colectivamente. Me tocó generar el juego para mis compañeros y a medida del avance de las jornadas le encontramos la vuelta al modo de defender y los roles individuales. Cerramos el año bastante bien, tal vez pudimos hacerle más fuerza a Lanús, pero nos plantamos de igual a igual, y eso es lo rescatable».

Ya en esos momentos instaló en su mente la posibilidad de recalar en Midland con el objetivo principal de enfocar la mayor de sus energías en los estudios.

«Fue una decisión absolutamente personal y emocional. El básquet profesional se vuelve un poco tedioso, por ser algo más laboral y eso conlleva presiones ni directas ni explícitas. Hay una rutina diaria que en mi caso, al estar enfocado en mis estudios, me torna por momentos en un tedio importante y en ese nivel uno debe ser lo mayor eficiente posible. En mi caso, soy muy exigente conmigo mismo y eso decanta a un nivel de stress bastante elevado. Obviamente se puede mantener pero sostenido en el tiempo comienza a costar; por eso me propuse en este receso jugar con amigos y reencontrarme con aquello que me llevó a jugar y disfrutar del básquet. No lo sé aún, pero pienso hallarlo en Midland, porque fue allí donde viví momentos inolvidables, donde todo era primal. Aprender a entrenar como entreno y disfrutar adentro de una cancha», expresa Juárez.

«Siempre hay espacio para aprender, y espero hacerlo de mis compañeros; transmitirle lo que aprendí, formar un lindo grupo, buen equipo, competitivo. En lo personal, mantenerme en lo físico, bajar las presiones y las exigencias de los noveles profesionales. Necesitaba un descanso mental».

Eso no quita que al momento de calzarse nuevamente la camiseta donde debutó y tiene como lauro haber sido una de las figuras en aquel ascenso de Midland en 2009, como conductor del plantel con apenas 16 años, se olvide de los estudios, pasantías y cansancio mental, para dar todo y buscar la victoria.

«Tal cual, es así. Dentro de la cancha es muy difícil contenerse y junto a mis compañeros dejaremos todo para ganar y dejar a Midland en lo más alto del grupo, el cual es bastante competitivo. Espero poder amoldarme al equipo y que mis compañeros puedan ayudarme para hacerlo lo más pronto posible».

No sabe sobre su futuro; no es momento donde los clubes armen las plantillas para la temporada 2017/18; pero en su filosofía de vida, va paso por paso y que las propuestas lleguen cuando deba ser. Mientras tanto, refuerza sus horarios de estudios, con un horizonte enfocado en la medicina. Y disfruta los meses del receso jugando con los amigos de su adolescencia, cuando aprendió a reforzar sus conocimientos de básquet. El barrio de Libertad volverá a disfrutar en este tiempo a uno de sus hijos pródigos.

 

FOTOGRAFÍA: Gilia Noble