Se realizaron las Reuniones Regionales de FeBAMBA
Con el objetivo de seguir fomentando el desarrollo del básquet en cada...
Salvador Ferreyra comenzó a jugar al básquet en All Boys a los siete años de edad, y enseguida se contagió de la pasión el ambiente albo. Dicho por sus propias palabras, se le pegó apenas tuvo una pelota naranja en sus manos y permaneció en la entidad de Floresta hasta U15, para luego partir a Pedro Echague. Allí pudo dar un salto de calidad competitiva, como disputar ligas nacionales y consagrarse campeón en el 2010 junto a varios de compañeros que hoy integran la plantilla Federal. Con ese roce, regresó a la institución donde nació, integró el equipo que ascendió a la A y permaneció cinco años, conociendo un grupo humano al que califica como «tremendo, hice amigos que me acompañan hoy día».
De allí, quiso compartir plantel con su hermano Juan, y por esa razón recaló en Ramos Mejía, donde integra la lista de jugadores que participa en el Metropolitano y el Prefederal. Con esa razón primordial, compartir una cancha como compañeros, cosa que no sucede desde cadetes, llegó al oeste. Y junto a ello, todo lo aprendido, todas las experiencias vividas en los diversos grupos, lo movilizó a una causa loable: enseña junto a varios amigos que pertenecen a una organización social, básquet a los niños de la Villa 31 de Retiro.
«Mis compañeros daban talleres de ajedrez, clases de apoyo e intervenciones artísticas mas cerca de la Estación Retiro, en la Mugica. Vamos todos los sábados desde las 14 hasta las 17 horas; me sumé este año con la idea de aportar un ambiente conocido para mi como el básquet. Siempre en los grupos donde estuve me surgió la posibilidad de compartir espacios y aquí no fue la excepción; por eso, ofrecí incorporar una actividad nueva a los que ya estaban y poder persuadir a los adolescentes y niños alejarse de las drogas, fortalecerse en sus estudios para no abandonar e insertarse en sectores de precarización laboral desde el deporte. Ahora lo hacemos en el Barrio Ferroviario, ubicado en el lado Villa 31 Bis, Manzana 7. En la casa 54 tenemos el comedor Arco Iris donde damos las clases y actúa de merendero; al lado hay una canchita, allí colgamos el aro que hicimos con los chicos y con eso más las pelotas que nos donaron, nos la estamos arreglando», cuenta Salvador en el comienzo de la semana con una bajísima temperatura estival.
Nolting le donó dos pelotas, y en este estado de plena formación, Salvador se halla en querer contagiar su pasión por el básquet a los jóvenes del lugar, además de con seguir en un futuro no lejano armar un grupo fijo junto a un equipo. Para ese crecimiento, buscan recolectar cualquier elemento de este deporte que tanto clubes como personas no los utilicen y quieran donar. Organizan actividades con el objetivo de juntar fondos, como por ejemplo el pasado 25 de mayo, en una fiesta patria.
«Estamos muy contentos por el progreso; si bien falta mucho, lo importante es el entusiasmo y recepción en los chicos. Entre las dificultades nos vamos acomodando. La colecta consiste en poder difundir a las personas que posean indumentaria y herramientas para llevar a cabo estos talleres, que les sobre o estén tirados en un club y quieran donarlas, nos avisen y las buscaremos con mucho agradecimiento, porque sin dudas nos vendrá muy bien», comenta. No tiene problemas en dar su número de teléfono para aquellos que deseen ayudar con este emprendimiento: 1154563941.
Ya están abocados a la organización de un gran evento para el Día del Niño. Recolectarán ropa y alimentos. El grupo inicial hoy consta de catorce personas trabajando a destajo con los talleres. Con relación al básquet, la pregunta al protagonista es sobre si hallaron contratiempos o reparos para poder enseñarlo.
«No tuvimos ninguna problemática en cuanto a la inserción específica del básquet, hoy ocupamos un espacio muy armónico con las otras actividades, desarrollamos los talleres con total libertad. No recibimos ninguna bajada de línea, por lo que desde ese lugar estamos muy tranquilos. Trabajamos casi en su totalidad con niños muy pequeños, por eso estamos en una etapa formativa; llevamos tres meses y muchos resultados desde lo técnico no vimos todavía, pero todo está en ciernes. Saber cuáles serán es desconocido, tanto para ellos como para mi, es una experiencia completamente nueva; son ambientes donde puede surgir cualquier cosa, no estamos con las expectativas de un resultado puntual. Lo encaramos con todo el altruismo posible y en el corto plazo, mi fin fundamental es poder contagiar a los pibes la pasión por el básquet y una constancia de actividad allí como en cualquier club de Capital. Desde lo personal va por ese lado», admite.
Como toda labor despojada de cualquier incentivo económico, lleva sin embargo las proyecciones de metas a cumplir o realizar. Se le pide cuál es en su caso uno de los objetivos donde verá concluidas las suyas.
«Sin dudas se presentarán todo tipo de condicionantes y el fruto de la actividad que estamos llevando a cabo. Ahora se sumó con nosotros Diego Coroas, antiguo compañero en All Boys, hoy en San Miguel. También vino un sábado Guido Tabasso, ex compañero en All Boys, muy comprometido con estas cosas. Juntos, queremos que puedan entender el idioma del básquet, sus principios a los pibes; sacarlos de una pobreza estructural del deporte. No enseñarles solo a correr sino que puedan adquirir conductas donde puedan insertar en sus vidas la idea de llegar a ser profesionales. Tengo la experiencia de ver amigos con quienes nos criamos, y proyectar eso en las suyas, que el progreso y la salida de la marginalidad es absolutamente viable. Por ciertas razones, nos van a cerrar el espacio donde hacemos básquet, pero bueno, ya estamos buscando otro sitio allí dentro donde podamos colgar el aro y los chicos sigan lanzando sus tiros y aprendiendo los fundamentos. Lo vamos a conseguir, y sin dudas será su Templo, donde van a capacitarse sobre este hermoso deporte», concluye el jugador.
Salvador Ferreyra. Nacido en All Boys, con paso por Pedro Echague y actualmente en Ramos Mejía, donde espera la plena recuperación de su hermano Juan Sebastián, quien en julio regresará a las canchas tras un año debido a una grave lesión. Mientras tanto, movilizado por una fuerte convicción interna adherida a la pasión y amor por el básquet, decidió unirse a un grupo de personas, entre quienes está Natacha Peralta, su novia, a brindar talleres deportivos, sociales y culturales en la Villa 31. Desde su rol, con el básquet. Y allí van los niños nacidos en un polo de estigmatización, picando la naranja y soñando desde sus precariedades ser alguna vez un jugador profesional, como los que comenzaron a ver en la televisión.