Se realizaron las Reuniones Regionales de FeBAMBA
Con el objetivo de seguir fomentando el desarrollo del básquet en cada...
«Con el Ruso (Matías Dimarco) nos conocemos desde cuando nos enfrentábamos en las inferiores; él con la camiseta de Ferro y yo con la de Ramos. Este año nos volvemos a ver frente a frente en una cancha, en la serie B, porque juega en Nápoli y yo en Sicilia», señala Ariel Svoboda al principio de la charla, luego de la mención de Dimarco, como otro de los jugadores surgidos en FeBAMBA, y que fueron a mostrar sus talentos al viejo continente.
El de Svoboda es un apellido conocido dentro de la Federación, con una familia muy ligada al básquet metropolitano. Y Ariel no fue la excepción, al momento de dar sus primeros pasos en el Oeste bonaerense, en Ramos Mejía Lawn Tennis. «Quedé en la Selección de Cadetes en Capital Federal, la del 2001; allí comenzaron a hacerme un seguimiento el equipo técnico nacional, en el cual me llamaron al año siguiente. Fue Enrique Tolcachier, quien dirigía el U16 de aquel momento, y quedé en el plantel que ganó el Sudamericano en 2002. A partir de allí tuve contactos mas importantes, y entre ellos me llamó Carlos Prunes, a través de Sergio Aispurúa. Con el Vasco nos conocíamos bastante, porque es muy amigo de un dirigente de Ramos de aquel entonces, Rolando García. Tuve una reunión con ellos tres junto a mis viejos, y decidimos que Prunes me siguiera, y prácticamente le compra mi pase a Ramos. Desde allí, me surgen tres posibilidades para jugar en juveniles: Obras, Ferro y Quilmes de Mar del Plata; pero las condiciones en alguno de ellos, daban que me tenía que quedar varios años, y por intermedio de mi vieja, estaba la chance de sacar el pasaporte italiano, y venir aquí», explica acerca de aquellos años formativos.
Y continúa narrando dentro de una charla larga y locuaz. «Comencé a entrenar en Ferro, porque me quedaba cerca de casa, mediante el tren. Y me encantó, porque más allá de ser un club grandísimo por historia, su U19 estaba compuesto por todos chicos de barrio y eso permitió formar una buena relación. Incluso con el entrenador, Fabián Balbi; me daban libertad para no estar atado al contrato de dos años si surgía un viaje. Pude hacer banco en la Liga, con Pablo D’angelo de técnico. En ese interín, seguí jugando en la Selección Metropolitana, con los juveniles; y Alvaro Castiñeira me lleva a la mayor, en un equipo donde estaban Maxi Stanic, Julián Olmedo, el Negro Acosta, Manteca Prego, Fernando Calvi, entre otros. Todos jugadores que ya estaban en Liga, y en ese torneo me ve un técnico italiano que fue a buscar argentinos, y tras hablar con Prunes, fue cuando surgió la posibilidad de ir a Italia», añade.
Una vez allí, integró un conjunto con varios argentinos con las mismas ilusiones de poder asentarse en Europa, dirigidos por Silvio Santander. Tras esa experiencia, retorna al país, y sus padres le dicen que termine los estudios, foguearse un poco más como jugador, y luego regresar.Ferro, y luego, Fabio Corbani, quien le ofrece un contrato de cuatro años en el Novara, en la Liga Due. «Novara está al norte de Italia; tuve un muy buen primer año, donde terminé jugando unos diez partidos como titular, lo cual me ayudó a encaminarme bien aquí. Me sacaron la ciudadanía, y dio inicio mi carrera profesional», comenta el escolta, zurdo y de buen tiro.
En relación a la adaptación a un nuevo país, costumbres e idioma, rememora: «Mi vieja tiene un instituto de inglés, y de chiquito me ayudó con el idioma; eso fue fundamental, sobre todo en la comunicación con los americanos y otras personas. Novara es una ciudad muy fría, con la gente muy cerrada, y poder hablar otro idioma colaboró para adaptarme más rápido.Me acuerdo hoy día la primera Navidad, donde salimos a festejar a las doce de la noche, y toda la gente ya estaba durmiendo. Nevaba, hacía muchísimo frío, asi que nos fuimos adentro. Fueron tiempos difíciles, muchas veces me quedaba mirando el techo sin saber qué estaba haciendo allí. Pero en el fondo valió la pena, porque fue el comienzo de todo, formándome como persona; madurando, aprendiendo a cocinar, a lavar mis cosas, y por consecuencia, creando cierto carácter. Fue bastante positivo».
Su familia, quien siempre lo acompañó a la distancia, se compone de Jorge y Teresa, sus padres, y Javier, el hermano. Todos jugadores de básquet. «Mi vieja me inculcó el amor por este deporte desde chico, tendría unos cuatro o cinco años; me enseñó a picar la pelota. Jugó hasta los veinte años, pero luego por un problema en la cadera no pudo seguir. Mi papá era jugador de voley, y de grande comenzó con el básquet, a través de amistades. Mi hermano tuvo una carrera parecida a la mía, pero luego de una operación en los cruzados, se enfocó en sus estudios de abogacía», describe Ariel.
Su segundo año en Novara no le fue tan bien como quiso, en cierta modo porque llegaron varios americanos en su posición, lo que le restó minutos en cancha. Al equipo le fue mal, despidieron al técnico que lo llevó, y sumado a un desgarro, el nuevo entrenador no lo consideró. Por si fuera poco, la institución tuvo muchos problemas económicos, y por poco no presentó quiebra.
«Varios chicos comenzamos a vivir en casas pequeñas, sin muebles, un desastre. Terminé regresando a Ferro, quien estaba en el TNA. Además, integré el seleccionado mayor de la Federación, junto a Leo Portillo, Calvi, Stanic, Lucas Picarelli. Un equipo hermoso, donde le ganamos la final a Córdoba en Santiago del Estero», recuerda.
Entonces, una nueva posibilidad de retornar a Italia, en la Serie B1. «Tenía 22 años, y era a préstamo por uno; me fue muy bien, y por eso me propusieron un contrato por tres años más. Lo dirigía el mismo técnico que me llevó a Italia, y terminó con mi primer campeonato en B1, consiguiendo el ascenso a la A2. Tuve buena final, donde pude meter 24 puntos en el quinto partido. La ciudad fue una fiesta».
Ante la imposibilidad de poder afrontar un torneo tan exigente como la A2, la dirigencia le dijo que el contrato era imposible de pagarle. A la semana, le surgió la chance de hacerlo en el Barcelona de Sicilia. «Tenían un técnico ganador, con ocho títulos, y armaron una plantilla para ser campeones. Incluso el sueldo ofrecido era mayor al que tenía hasta ese entonces. Ni lo dudé y me fui para allá», admite.
Y comenzó de esa manera su historia con Sicilia, ya que continúa allí. «Éramos un equipazo, ganamos el torneo de punta a punta, con cinco mil personas en las tribunas cada partido. Pero luego echaron al entrenador, a casi todos los jugadores, incluido yo; dejaron un par de suplentes, y me perdí la posibilidad de estar en la Liga Due. Una pena, porque creo que pude haberla jugado».
Junto a dos compañeros,se fue al Trápani, donde volvió a conseguir el ascenso, potenciado en la gente de quedar como ídolos, porque desde el quinto mes, jugaron sin cobrar. «Era un gran equipo, pero lo penalizaron por no pagar a los jugadores, y lo mandaron a la C. Teníamos buenos contratos y eso nos permitió seguir sin cobrar, pero allá son estrictos con los incumplimientos de contrato», expresa.
Un emprendedor llegado del exterior compra al club, y lo refunda, ofreciéndole a Svoboda quedarse. Era el 2013, momento de profunda crisis en el básquet itálico, y las propuestas, escasas. Aceptó continuar, y otra vez, campeones invictos, con una plantilla fuera de esa categoría, completamente jerarquizado. Ariel fue elegido el Jugador Más Valioso.
El 2014, caen en semifinales con el Rosetto, con Nico Stanic en sus filas. El presidente, obsesionado con la A2, compró el pase a ese nivel, y arma un equipo completamente nuevo. El argentino, afuera.
Por esos momentos, estaba en pleno proyecto de construir unas casas de vacaciones, el cual lo mantiene en la actualidad. «Es una ciudad pequeña como Mar del Plata; trabajo en turismo junto a Rodrigo Monier. Pero unos conflictos de pagos, me puso en problemas y debí vender un departamento que tenía en Argentina para poder terminarlo. Estuve medio año parado, y eso me llevó a cambiar de representante; ahora es Pablo Filloy», cuenta.
Recorre de nuevo la C, con seis clubes en tres años, la B con un gran paso en el Vincenza, alternando la base y escolta. Llegaron a los playoffs, y una oferta tentadora. «Pero implicaba dejar este lugar, y ya estoy instalado con el emprendimiento turístico. Así que la rechacé. Me quedé en el Palermo, donde tengo contrato por dos años», señala sobre en un torneo que comenzó hace un mes.
Iba a integrar el plantel de Ramos Mejía campeón del Prefederal en el 2016, pero no se dio. «Eso me hizo recapacitar, porque decidí enfocarme de lleno acá; la base personal la tengo en Italia, e incluso me estoy construyendo la casa en Trapani. Sinceramente, la idea de retornar a la Argentina no está, aunque nunca cierro puertas, porque nunca se sabe lo que depara la vida. Me gusta ir, pero para visitar a mi familia», reflexiona.
Para el final, la esencia de aquel pibe en sus años iniciales en el básquet, picando la naranja en el Rancho. «Totalmente, y aprovecho esta oportunidad para mandarle un afectuoso y gran abrazo a mi entrenador de mini, Jorge Dalbes. Tengo solo palabras de agradecimiento a los entrenadores que tuve en Ramos; a mi vieja, quien me enseñó a jugar, el grupo de grandes amigos que siguen hasta el día de hoy. A Ramos, quien me dio la oportunidad de crecer, e hizo un esfuerzo enorme para poder competir contra los grandes de la Federación. A Ferro, porque me hizo sentir como en mi casa.Mis viejos, quienes me acompañaron en cada partido siendo chico, con los asados después de jugar, sus consejos con críticas a veces constructivas y otras no tanto (risas). Surgí de una cuna netamente ligada al básquet, y les agradezco que me lo hayan inculcado. Obviamente, agradecido eternamente al Vasco y Rolo, porque sin ellos no hubiera podido vivir esto».
Ariel Svoboda, otro talento nacido en el seno de FeBAMBA, con una larga travesía en Europa, experimentando el sueño de chico.
FOTOGRAFÍA: Ignacio Briganti (Barcelona Sicilia)