Andrea Boquete sueña con Río

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Actualizado: abril 17, 2015

Andrea seguía a Mariela por todos lados. Siendo la menor de cuatro hermanos, con apenas ocho años la acompañó a YPF Petroleros de Mendoza, club donde se desempeñaba como ala pivot. No era la única de la familia practicando básquet: Juan actuaba como pivot. A esa edad ya mostraba atracción por los deportes, y como es característico en la región Cuyo de Argentina, probó con el hockey sobre patines, pero como bien lo explica ella, «me di cuenta que el básquet era algo especial; volví y desde ese día jamás dejé de picar una pelota». Y la picó tan bien, que hoy día es una de las baluartes de una Selección Argentina buscando en los próximos meses a través de un Preolímpico a desarrollarse en Edmonton, Canadá, estar presente junto a sus compañeras, en Río de Janeiro 2016.

Andrea Boquete, la joven en cuestión, nació en Godoy Cruz hace 24 años. Hija de Luis y Mabel, junto a los mencionados hermanos y la mayor, Natalia, se crió en el barrio Bancario. Mientras aprendía los fundamentos de este deporte, completó la primaria en los colegios Tomás Godoy Cruz y Perú; el secundario lo efectuó en el Manuel Belgrano.

Hasta los dieciséis años, el momento donde emprendió viaje a Europa, ganó con su equipo diecisiete títulos a nivel local, sumados a subcampeonatos, tercer y cuarto puestos provinciales y nacionales. Fue entonces que Pablo Coleffi, su representante, se comunicó con ella, y le propuso viajar a España. «Me costó entenderlo,  era chica, no tenía conciencia de la oportunidad presentada. De todos modos mi respuesta fue positiva de inmediato y no me arrepiento de haber vivido esa experiencia. Estuve cuatro años en España. Cuando me fui de Argentina no comprendí el gran paso que había dado, mis prioridades eran otras, vivía el momento».

El primer destino fue Murcia, en un pueblito llamado Lorca, integrando la plantilla del Eliocroca, del Torneo Primera Nacional; al año siguiente, se trasladó al club Polígono de Toledo que se encontraba en la misma categoría. Y finalmente, por espacio de dos temporadas, jugó en Bembibre de León, equipo disputando la segunda. Con respecto a aquellos años en España, la mendocina, mientras hace un alto en su preparación recuperándose de una lesión, comenta:

«Fue una experiencia única, si hoy me volviese a pasar, probablemente no dudaría en aceptar, porque es una oportunidad que a todas las jugadoras nos serviría muchísimo. Mis sensaciones en el viaje cuando partí fue en principio de ansiedad, por lo desconocido, expectante a las vivencias próximas. Tenía mucho miedo también, pero gracias a Dios me adapté perfectamente; no te voy a mentir, los primeros cuatro meses lloraba porque extrañaba. Era muy apegada a mis viejos, cuando me separé me di cuenta cómo los necesitaba pero poco a poco me fui adaptando, hice nuevas amigas; en definitiva, estaba allí por decisión propia, haciendo algo de mi gusto y por eso incorporé fuertemente la idea de no volverme. Era una posibilidad única».

Al principio, el tiempo libre lo nutría como monitora; el trabajo con los nenes le permitió mantener la cabeza ocupada y en consecuencia, mitigar la tristeza; cuando menciona sus nuevas amistades, la mayoría surgían del plantel, y así entonces, «se armaban juntadas con el equipo. Al momento de jugar en liga femenina dos, entrenaba muchísimo más, estaba solo para eso. Y descansar».

Asomaron asuntos que debieron determinar su regreso al país. «Estaba en veremos, no tenía club; surgió una posibilidad de Lanús, la acepté y me vine. Lo reconozco, me costó adaptarme a Buenos Aires; el primer año fue duro en ese sentido, pero poco a poco me fui acomodando. Estuve una sola temporada ahí, sin ningún motivo en particular; simplemente apareció Berazategui con una linda propuesta y acá estoy, hace tres años. Contenta, cómoda, con un gran grupo humano; estoy tranquila, feliz».

Esta actualidad la ve consolidada en la Selección, y si bien resta la decisión final del entrenador jefe, Cristian Santander, sobre quiénes serán las doce que integrarán la plantilla encargada de jugar los Panamericanos de Monterrey y, especialmente, el Preolímpico, la morocha sin dudas mantiene un alto porcentaje de integrar la misma. Al consultarle sobre ella, el propio Santander manifiesta:

«Andrea tiene una capacidad anotadora muy importante por varias vías, sea rompiendo, un tiro corto de dos puntos muy bueno, además  del externo. Los últimos dos años se ha concentrado mucho más en la defensa, donde era un punto débil y hoy puede hacerlo perfectamente en el nivel requerido, al dos, tres o cuatro rival, y allí radica fundamentalmente su progreso, razón por la cual está muy considerada por nosotros. Desde el año anterior se ganó un lugar, el grupo la respeta, la aprecian mucho. No la afectará en su carácter de liderazgo que ha ido desarrollando cuando se integre el resto de las chicas provenientes del exterior. Es una excelente persona, muy introvertida; no expresa a veces el deseo de ganar, pero sin dudas lo tiene; no es de las más expresivas en el plantel, pero suma mucho».

Dentro de su carácter explicado por el coach, describe las  sensaciones con respecto a ser una gigante:

«La Selección es el sueño máximo de todo deportista, y la verdad formar parte de este gran proceso me hace muy feliz. Es un grupo muy bueno con una calidad humana gigante!!. Estamos todos enfocados en el mismo objetivo y luchando para conseguirlo. Veo muy bien al equipo, todavía faltan sumarse algunas jugadoras (NdR: al momento de hacerse la entrevista, sus compañeras están jugando uno de los encuentros programados frente a Cadetes de FeBAMBA.

En esta ocasión, el rival es Geba, entidad disputando el TOP 20, al que vencen 77-41, con los retornos de Melisa Gretter y la capitana, Sandra Pavón, mientras Gisela Vega sigue con su proceso de recuperación sentada en la banca). Cada uno de nosotros estamos trabajando muchísimo para poder cumplir el mayor sueño del básquet femenino. En lo personal, me esmero cada día, deseando poder quedar entre las doce».

Aquella niña correteando detrás de su hermana hasta el gimnasio de Petroleros, siguió corriendo y picando una pelota, de manera tan constante y perseverante que cumplió sus anhelos deportivos. Fue multicampeona, elegida mejor jugadora, hasta llegar a calzarse la camiseta argentina. Siendo adolescente decidió experimentar la aventura de jugar en Europa, y desde hace cuatro años, jerarquiza la competencia de la Asociación Metropolitana. Quienes la ven dentro de un rectángulo, perciben enseguida su porte soberbio, el hambre insaciable por doblegar a quien está enfrente. Y con esas armas, sin dudas emerge como baluarte en un combinado que va por la gloria grande.