Tras los sueños de Melisa

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Actualizado: abril 23, 2015

En el oeste del Gran Buenos Aires circula una leyenda: a principios del siglo XXI, una pequeña duende con escasos ocho años, acompañó a sus amigos varones del club Peñarol de Rafaela para participar del Mini Encuentro de Básquet, enfrentándose a Midland. Esa misma leyenda dice que apenas la vieron ingresar al gimnasio de Libertad, el entrenador local enfatizó a sus dirigidos tener mucho cuidado con la niña, no avergonzarla al momento de jugar y muchísimo menos intentar alguna maniobra brusca. Ese relato afirma que a los pocos minutos, eran los propios jugadores «funebreros» quienes estaban sufriendo un baile ante el enorme talento y habilidad desplegado por ella…

La demonio en miniatura era Melisa Gretter, actual jugadora de Unión Florida, además de base en la Selección Argentina, quien bajo las órdenes de Cristian Santander sigue trabajando a fondo buscando la mejor puesta a punto con la mira en los Juegos Panamericanos de Toronto y el Preolímpico en Edmonton, ambos en Canadá.

Justamente, luego del último cotejo preparatorio ante equipos formativos de FeBAMBA, con victoria (cuarta consecutiva) frente a Ciudad de Buenos Aires 87-72, el cronista corrobora con la propia Gretter aquella historia, mientras van caminando hasta las instalaciones del Cenard, donde esta semana las Gigantes concentran.

Esos metros que separan a Ciudad del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo se amenizan junto a algunas compañeras, quienes aprovechan a dispensarle bromas hasta el instante donde ingresan al amplio comedor para cenar, y entonces sí, tras aproximadamente media hora, Melisa dispone gentilmente de su tiempo para la charla.

«En la escuela donde estudiábamos junto a mis hermanos Marcos y Nicolás llegó un volante del club Peñarol, invitando a los alumnos sumarse a practicar básquet. Ellos (actualmente de 26 y 23 años) aceptaron ir, y yo los seguí, aunque en realidad me interesaba mucho saber de que se trataba. Cuando llegué, había un equipo de mujeres, pero pronto dejaron de estar; yo seguí y bueno, debieron ponerme a jugar con los varones», explica Melisa, sentada frente a la mesa con la misma desfachatez y desparpajo con el que se desenvuelve dentro de un rectángulo. «El profesor me dijo si me animaba a jugar con ellos. Al principio dudé, pero acepté; la otra opción era no jugar. Me adapté enseguida.»

Rememorando su experiencia del EAM, expresa: «estuve varios días, vine con mis hermanos; ellos paraban en casas de familias, y yo en un hotel con mi mamá. No daba para ir a una casa, porque eran varones y yo mujer. Recuerdo perfectamente esa historia, porque nunca olvido de donde salí, y si llego a algo en el básquet, será por lo aprendido en ese club de barrio, junto a mis profesores Sebastián Lorenzetti y Gustavo Casazza».

Esa experiencia duró hasta los doce años, momento cuando aparece Ben Hur, de la misma ciudad santafecina. «Me molestaba mucho la idea de no jugar con los varones, porque tengo todos mis amigos, pero ya no podía integrar equipos masculinos; la gente de Ben Hur me vio, y bueno, acepté», recuerda durante aquellos no tan lejanos años cuando iba desde su casa hasta el club picando la pelota, entrenaba y el regreso al hogar comandado por mamá Marta, repitiendo el ritual.

Cuatro años jugando con chicos le dio mayores potencialidades al momento de integrar planteles femeninos y a la vez, enfrentarlos. «Ben Hur me dejó amigas, con quienes me sigo escribiendo, y cuando viajo allí, comparto momentos con ellas».

¿Hubo en aquel entonces un instante, un momento, donde sentiste que podías trascender en este deporte?, se le pregunta.

«En ese tiempo era muy chica, no tenía en mente algo tan importante como jugar en la Selección; realmente no tenía sueños. Cuando me llamaron para integrarla, hice el click. No podía creer la posibilidad presentada de entrenar con chicas de Buenos Aires, donde está el mayor nivel de competencia y vestir la camiseta argentina. Pero vine, me puse fuerte de la cabeza; mi mamá me alentó, diciendo que probara y disfrutara la experiencia. Que si no quedaba seleccionada no me preocupara porque era muy joven», afirma.

Y continúa recordando con total seguridad como aquella vez: «Me mentalicé, entrené, hice todo lo que me decían; cuando quedé, no lo podía creer… ahí empecé a hacer un cambio: fui al gimnasio, ordené mi alimentación, descansé como corresponde y desde el 2007, momento donde me llamaron, decidí ser constante con esos hábitos».

Esa cultura profesional llevó a sacrificar situaciones importantes en una joven de diecisiete años: perdió el viaje de egresados con sus compañeros del Colegio Vecchioli, salidas nocturnas, y, como hecho trascendente, venir a vivir a Buenos Aires para incorporarse a Unión Florida. «Ya venían llamándome, pero mi madre fue terminante; debía terminar mis estudios secundarios, y luego, si se daba la chance de jugar aquí, tenía el permiso. Igualmente, tengo muy claro la importancia de estudiar, porque el básquet no es para siempre, por eso, cuando vine comencé el Profesorado de Educación Física en Obras hasta el momento de viajar a España, y allí lo dejé».

Antes de llegar al país ibérico, hubo en el medio una experiencia fructífera jugando en la institución de Florida. «Era un cambio muy duro venirme a vivir sola. Soy muy apegada a mi familia, pero cuando entrenaba con la Selección observaba partidos de Vélez o el propio Unión, y me daban ganas de querer jugar en clubes con esas características, darme la oportunidad de seguir creciendo. Por eso cuando surgió la posibilidad, a pesar de alejarme de mi familia, no lo dudé».

No desembarcó sola: la acompañó su gran amiga, Natasha Spiatta, la rosarina con quien viene compartiendo diversos combinados provinciales y nacionales desde 2006. Vivieron juntas en un departamento brindado por el club. Al cambio geográfico, se le sumó el deportivo.

«Nos ayudamos mutuamente; referido al juego, aquí en Buenos Aires el roce con jugadoras de selección mayor, la competencia, era completamente diferente, nunca había vivido eso. Los primeros meses nos costaba pero de a poco fuimos asimilando los conceptos y terminamos adaptándonos». En ese proceso, principalmente por las noches al momento de acostarse surgían añoranzas, pero jamás se permitió aflojar en sus metas. Porque si hay algo característico en esta notable jugadora es su firmeza al momento de proyectar sueños. «Nadie me obligaba a estar acá, yo misma decidí hacerlo».

Describe a Unión Florida como un club familiar, y eso sin dudas ayuda al momento de recibir contención. Instalado definitivamente como uno de los grandes protagonistas del básquet metropolitano junto a Vélez, Lanús, Berazategui y Social Lanús, tuvo en estos años una interesante cosecha de títulos, junto a sus actuales compañeras en la Selección (Nadia Cabrera, Celia Fiorotto, Gisela Vega,Agustina Burani, Spiatta): dos juveniles, dos metropolitanos, un torneo de Liga y el pasado Federal, donde fue elegida como la Jugadora Más Valiosa del certamen.

Junto a Vega, sale la posibilidad de jugar en España, precisamente en el Mann Filter, de Zaragoza. Melisa se explaya con respecto a su estadía allí, las evidentes diferencias referidas a entrenamientos, profesionalización del femenino, y sobre todo, al enorme paso en su vida de estar sola en Europa. Tras conseguir con su equipo la permanencia, retornó a Unión Florida para participar de la Superliga y enfocarse de lleno al seleccionado.

Al igual que las demás chicas que visten la albiceleste, tiene el anhelo de entrar en la historia de este deporte, cuando a partir del 9 de agosto busquen en Canadá el pasaje a los Juegos Olímpicos, o como segunda instancia, uno de los tres cupos para el repechaje.

«Es uno de mis grandes sueños, con mis compañeras entrenamos día a día muy duro, hay momentos donde resulta desgastante, pero si queremos estar en Río, debemos seguir en este camino. No puedo mentir, es difícil de lograr, pero soñar no cuesta nada, y a esos sueños los alimentamos con mucho trabajo. Ojalá se nos dé, y si no se da, volvernos con la tranquilidad de haber dado todo nuestro potencial sin guardarnos nada; la certeza que nos dejaron afuera porque fueron mejores».

La pequeña gigante alberga dentro de sus 160 centímetros varios sueños. Su cuerpo se estremece y sus gestos faciales son elocuentes cuando se le pide que describa si ha imaginado el momento donde Argentina obtiene el pasaporte al máximo evento deportivo. «Lo imaginé y soñé varias veces, y es un sentimiento indescriptible. La sola posibilidad de poder ser parte de un seleccionado logrando eso, y en este momento donde me lo hacés recordar, se me pone la piel de gallina. Aspiro a que llegue ese instante». Literalmente, a los ojos del periodista, su piel se conmueve. Una Melisa Gretter en estado puro de mimetización con ese sueño.

Sabe, porque se lo hacen sentir, que es una referente para las nuevas generaciones de jugadoras. Ven en ella reflejados sus propios futuros. Cuando se le dice eso, nuevamente el lenguaje corporal, alejado de toda impostura. «Te juro, no lo puedo creer», dice, llevándose ambas manos hacia su pecho. «Ni yo ni mi familia podemos creerlo; es algo que me llena de orgullo, pero no me obnubila. No puedo olvidarme nunca de donde salí. Soy eternamente agradecida a toda esa gente».

Ella misma se reflejó en los espejos de Marcela Pauletta y Marina Cava, con quien la une ahora una amistad. Está implícitamente dándole la razón a Santander sobre su rol de capitana, cuando ve en Sandra Pavón una referencia cercana al momento de buscar progresar.

Es exigente con ella misma, por eso cree que debe fortalecer su aspecto mental, no caerse si pierde un balón sino tomarlo como contingencia del juego. Al momento de describir una virtud, apela a su velocidad. Quiere estudiar inglés, porque en su visión a futuro, agrega el deseo-sueño de jugar en la liga de Estados Unidos.

Melisa Gretter. Rafaelina de 22 años, dueña de un talento inconmensurable, un duende destilando magia por las canchas, sea vistiendo los colores de Unión Florida, o el Seleccionado Argentino. Punta de lanza para una generación de jugadoras asumiendo el reto de querer escribir historia grande en el básquetbol femenino.

 

FOTOGRAFÍA: Ligate una Foto