La escuelita de GEI

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Actualizado: mayo 26, 2015

Va cayendo la tarde en un otoño con clima primaveral. Los niños se dividen en dos grupos dentro del rectángulo del GEI. En un lado, los más pequeños, de entre cuatro y siete años, realizan ejercicios didácticos bajo la supervisión de Gastón Peveri, el coordinador del básquet en la institución y a cargo de la escuelita. En el otro, los preminis, dirigidos por Pablo Zapata, quien a su vez dirige a los minis y preinfantiles. En total, unos 50 niños componen ambos grupos y son la base sobre la cual se sustenta el progresivo crecimiento de la institución ubicada a pocas cuadras de la estación Ituzaingó en el ramal Sarmiento, que une Moreno con Once.

Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó vive un momento floreciente a nivel deportivo (su primera compite en el máximo nivel después de tres lustros, sus formativas A disputan el 1 de su región, y han instalado un plantel superior con formativas en el torneo Flex), y ello se refleja en el aumento año tras año de jugadores, que le permite al cuerpo técnico nutrir sus diversos planteles. Si bien en algunos aún resta llegar al número deseado, saben que trabajando con esta perspectiva y crecimiento gradual, será solo cuestión de tiempo.

Específicamente en la labor enfocada en los niños de escuelita, Peveri explica la importancia de aplicar juegos para realizar rutinas de trabajo y aprendizaje más entretenido.

“La idea es mediante los juegos unir al chico con deporte, que le empiece a gustar el básquet a través de juegos pre deportivos, tipo de persecución, perceptivos motores, que trabajen con el elemento. Juegos que no tienen relación directa con el básquet, pero que lleva al chico después a querer jugarlo. Nunca en esos juegos se practica cinco contra cinco, siempre son uno contra uno, dos contra dos, tres contra tres. Buscamos que tengan mucho contacto con el elemento, si juegan diez con una pelota, no se la pasan; si hay cuatro o seis, los espacios son más amplios y pueden jugar entre sí”.

El hecho de tener en el grupo algunos niños con cuatro o cinco años, implica el no estar aún en una escuela, por ende, el club es el primer sitio de confraternización con personas fuera de su entorno familiar.
“La idea del trabajo está enfocado en ello, incorporarlos al básquet; al tratarse de un deporte en conjunto y que socialicen antes de entrar al colegio, generen sus amigos y así su ingreso al mismo será de más fácil adaptación. Si luego le gusta el deporte, sus amigos lo serán para toda la vida”.

En la escuelita conviven niños donde recién agarran un balón en sus manos, con otros que poseen dos años practicando. Cuando se le pregunta el modo de trabajar las diversas paletas de conocimientos de los chicos, Gastón añade.

“Dentro de la clase diferenciás, y por ahí involucrás otro ritmo. El ejercicio es similar, la variante está en la intensidad de la ejecución”

El crecimiento a nivel edilicio trae aparejado algunos inconvenientes, aunque ello no amedrenta el entusiasmo de profesores, dirigentes, padres y jugadores. En julio, la cancha estará inutilizable por refacciones, se le pondrá el piso nuevo. “Será un mes duro, pediremos la cancha a clubes vecinos, entrenaremos los días domingos o cuando dichas entidades dispongan del gimnasio. Además, tal como lo hicimos luego del tornado ocurrido en 2012, los miércoles entrenaremos en la canchita que tenemos al aire libre. Y tenemos estipulado organizar amistosos para no perder ritmo de juego, porque nos faltará continuidad, entendiendo que algunos chicos les costará acercarse hasta los clubes donde entrenaremos”.

Pablo Zapata, por su parte, coincide con Peveri respecto al crecimiento constante de estos años en cuanto a la cantidad de chicos; en su rol de profesor, puntualiza tres prioridades al momento de desarrollar su tarea.

“La primer regla impuesta en el grupo es compartir la pelota; si hay un compañero solo o mejor ubicado adelante, debe pasarse el balón. Eso provoca que los chicos, por más ganas de anotar un doble, priorice el compartir la jugada, poniendo de manifiesto que si yo estoy en ese lugar y no me llega, no me va a gustar. Buscamos empatía en los sentimientos de uno y otro, la posibilidad de pensar en el compañero por sobre el propio deseo, y eso trae como resultado integrarse más rápido a quienes recién se incorporan con los de más tiempo”.

Al preguntarle sobre las otras reglas, Zapata puntualiza la importancia de los juegos por sobre la táctica. Entre ellos, menciona la tradicional mancha, establecida sobre el dribbling. “Allí la regla es no cortarlo; si alguien corta el dribbling, se congela. De esa manera, obligás al chico a picarla constantemente”.

Finalmente, habla sobre la conducta grupal: “Si los chicos no mantienen una conducta grupal, de respeto al compañero, desde pequeños no van tomando conciencia de entrenar como corresponde, y terminás jugando como entrenás. Si perdemos diez minutos en armar una fila o una transición, las prácticas no van a ser óptimas, porque perderemos mucho tiempo. Por eso considero el respeto grupal como punto prioritario, y a su vez disfruten, la pasen bien, tengan ganas de venir”.

Concluye un nuevo entrenamiento. Los padres apostados en la tribuna, y sentados alrededor del rectángulo, esperan que sus hijos se despidan de los profesores, luego de recibir una golosina y un beso en la mejilla para retornar a sus hogares. Los chicos se van felices, deseosos que llegue el momento de retornar al club. En ellos, la estructura de Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó cimienta su crecimiento constante.