Se realizaron las Reuniones Regionales de FeBAMBA
Con el objetivo de seguir fomentando el desarrollo del básquet en cada...
El llamado telefónico, en una tarde noche de sábado común y corriente a la vuelta de Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, no encerraba nada particular. Sofía Danessa, su mujer, le pidió a su marido que vaya al club con Yamil (5) e Ismael (1), sus dos hijos.
Nada del otro mundo, teniendo en cuenta que ese es un lugar habitual donde la familia pasa mucho tiempo de su vida cotidiana. El mensaje fue que su cuñado, Iñaki Danessa, había llegado de Bolívar, su ciudad, por un partido de básquetbol. La excusa no se sostenía demasiado, pero en ese momento generó el efecto deseado. Lo que pasó cuando entró al gimnasio Omar Monza que lo cuente Daniel Chaher, el protagonista de esta historia.
“Estaba shockeado, no entendía muy bien qué estaba pasando, fue una sorpresa en todo el sentido de la palabra. No tenía idea de nada, no esperaba un partido homenaje ni nada por el estilo. Me costó acomodarme, pero cuando lo hice empecé a disfrutar. Me pareció una situación de mucha felicidad. Más que como un homenaje o un partido despedida, esto lo tomo como una demostración de cariño de gente que tanto quiero.
Ahí está la cuestión esencial”, dijo todavía emocionado el “Turco”, un referente del básquetbol de Capital Federal que decidió darle un cierre a su exitosa carrera como jugador a los 37 años. La palabra retiro es demasiado fuerte para usar, ya que él nunca abandonará el deporte que lo formó como persona.
Aproximadamente 20 jugadores, profesionales algunos como Gabriel Cocha, “Paco” Festa, Fernando Calvi y Julián Olmedo, y otros amateurs amigos suyos; sus amigos de la infancia; entrenadores como Carlos Ballester, Juan Pablo Boadaz, “Tito” Iboldi y Emmanuele Quintans; gente de GEVP, como el presidente Nelson Monza, el vice Luis Chiesa y “Cacho” Arnosi; árbitros; y, por supuesto, toda su familia formaron parte de esta muestra de cariño, como él define esta sorpresa. “Agradezco profundamente a todos los que estuvieron ahí y sobre todo a mí mujer Sofía, que fue la ideóloga.
La sensación fue hermosa”, remarcó el escolta. Más allá de GEVP, el club que lo vio nacer, se destacan sus pasos por Deportivo San Andrés, equipo con el que debutó en el Torneo Nacional de Ascenso, GEBA, Obras Basket, donde jugó la Liga Nacional, Náutico Hacoaj, Ciudad Bragado, Vélez Sarsfield y Pedro Echagüe.
Comienza una nueva etapa para el psicólogo deportivo recibido en la UBA. El básquetbol seguirá presente, pero ya desde otra óptica.
-¿Cómo viste el marco de esta gran fiesta que te tocó vivir?
-Estuvo mucha gente querida. Familiares por un lado, con mi mujer y mis hijos, mi viejo, Leónidas, que fue un jugador muy importante del club. No solo fue un reconocimiento para mí, sino también para él y toda su trayectoria. También mi hermano y mi hermana, quienes fueron parte de este club desde siempre. Nosotros nos formamos acá, Mariano con el básquet y Karin con el cestoball y el vóley. Verlos con sus familias fue muy lindo. Y la gente del club se fue enterando de a poco. Ese tema se dificultó por el hecho de ser una sorpresa. Para preservar esto, mi mujer no puso avisarle a todos los que quizás podrían haber estado. Mi cuñado, Iñaki, también vino de manera sorpresiva a jugar este partido. Con él jugamos juntos en Obras.
-En una nota que te hizo la Asociación de Jugadores el 15 de octubre de 2013, comentaste que lo que menos te gustaba del básquetbol profesional era “cierta histeria alrededor de la obtención de resultados en desmedro del placer de jugar”. ¿A lo largo de tu carrera siempre trataste de poner en primer plano el placer de jugar?
-Me parece que la respuesta tiene que ver con un lugar ideal. Lo que siempre intenté o lo que más esperé o deseé del básquet y el deporte en general fue poder capturar esos momentos de placer del juego. Esa respuesta tiene más que ver con un deseo propio y con una búsqueda que con una realidad, porque muchas veces eso no se consigue. A veces uno tiene que entender que no todo es principio de placer, sino que existe el principio de realidad, donde hay que adecuarse a las necesidades de la competencia. En este sentido, el básquet profesional, como todos los deportes profesionales, se sostiene también en base a resultados que se logran con o sin placer. A veces se combinan ambas situaciones y en otras hay más de una que de otra. Mi carrera deportiva se sostenía con ambas cuestiones. En ocasiones disfruté mucho del juego y en otras no tanto. A la hora de jugar sentí placer y también me tocó ser muy estructurado.
-¿Cuándo y cómo elegiste el básquetbol?
-Arranqué de muy chico. Prácticamente nací en GEVP, con meses de vida ya estaba deambulando por ahí. Esto tiene mucho que ver con la herencia. Mi viejo fue un gran jugador de básquet en GEVP y Racing, y era una cuestión natural que yo agarrase la pelota, sobre todo en un club en el cual el básquet tiene un lugar muy importante. Por otro lado estaba mi hermano, que también practicaba y era un espejo para mí. Ellos me enseñaron muchas cuestiones relacionadas con lo técnico, haciendo hincapié en el lanzamiento. Por supuesto que después uno decide qué hacer con su vida, pero esto me fue gustando con el tiempo. Al principio, el vínculo con la pelota era más individual, tirando al aro y estando en contacto con ella todo el tiempo. Hasta que a los ocho o nueve años empecé en Premini, y a los 17 me fui a jugar el TNA al Deportivo San Andrés. Ahí comencé en primer año de juveniles.
-¿Se te vienen flashes a la cabeza a la hora de repasar tu carrera? ¿Qué recordás?
-Recuerdo muchos chicos en el club, yendo y viniendo con la pelota y jugando a todos los deportes, pero especialmente al básquet. Me recuerdo a mí mismo, con una pelota marca “Leo” que atesoraba como nada y picando a lo largo de las tres cuadras que separaban mi casa del club. Pasaba horas y horas en la cancha. Se me vienen imágenes de entrar a la cancha durante los tiempos muertos de los partidos de los mayores para tirar al aro, como siguen haciendo los más chicos ahora. Era una especie de obsesión el tema del lanzamiento.
-Si tuvieras que elegir algunos momentos de tu carrera, ¿cuáles serían?
-La verdad que es difícil decidirme por algunos. Por supuesto que recuerdo mucho el título con Parque, porque volví después de varios años luego de haber jugado en Obras y en otros clubes. Ese mismo año pudimos salir campeones y ascender, lo que significó algo novedoso para el club. Era la primera vez que GEVP podía jugar una competencia tan importante como el TNA. Fue un momento inolvidable, hacía mucho tiempo que no se conseguía un campeonato. Después, en Obras tuve la oportunidad de jugar la Liga Sudamericana y la Liga Nacional, lo que de alguna manera era una cuota pendiente para mí después de haber apostado a un básquet más amateur durante mis años de estudio. Retomar el deporte y haber jugado en Obras fue un momento muy gratificante.
-¿Te quedó algo pendiente?
-No creo que haya habido cosas pendientes, porque cuando se puede hacer lo que a uno le gusta y al mismo tiempo esa es la profesión y lo puede disfrutar durante muchos años junto a diferentes personas y en distintos niveles de exigencia la situación es ideal. Yo tuve la posibilidad de elegir situaciones, algunas más pasivas, como cuando me dediqué de lleno a estudiar, y algunas más activas, como cuando me recibí y me focalicé de vuelta en el básquet. Haber podido decidir es algo que hoy agradezco. Así que no veo que haya cuestiones pendientes ya que, cuando uno puede elegir, la satisfacción es mucho mayor.
-¿Qué sigue ahora en tu vida, más allá de tu familia y tu profesión?
-Voy a seguir ligado al básquetbol, porque esto es algo que me acompañó desde siempre y forma parte de mi vida, de lo que soy. Más allá de mi profesión, de mi familia o de lo que sea, mi vínculo con el básquet va a estar de por vida y de la forma que sea. Seguramente pueda darse a través de ser un psicólogo ligado al deporte. Igualmente, todavía no lo sé muy bien.
-¿Se mantendrá la dinastía Chaher con Yamil e Ismael?
-Son muy chiquititos todavía. Lo que sí me parece es que el club es un espacio de fundamental importancia para que los chicos puedan crecer con tranquilidad y hacer amigos. Esta es la gran función que tiene el deporte, en este caso el básquet. Está la posibilidad de generar relaciones y hacer del club un lugar de pertenencia. Después, que eso se traduzca en ser deportista no es algo en lo que piense.