Se realizaron las Reuniones Regionales de FeBAMBA
Con el objetivo de seguir fomentando el desarrollo del básquet en cada...
Hace 13 años, Maximiliano Rodríguez, un chico con síndrome de down, quería empezar a jugar al básquet. Pero por su condición le negaron la posibilidad. Sin embargo, a veces no hay mal que por bien no venga. En ese momento apareció Sol Ibáñez, su ángel de la guarda. “Yo no tenía experiencia anterior, pero me quemó la cabeza que Maxi no pudiera jugar. Fue por amor y para ayudarlo”. Así nació la Escuela de Estimulación Deportiva, que funciona en el club Quilmes. Ellos también estuvieron presentes en el 42° Encuentro de Minibásquet en el CeNARD y contaron su historia.
“Yo nunca había jugado, pero picar la pelota sabía y me puse a ver lo que podía hacer por él. Así empecé. Al año siguiente eran siete, después fueron 20 y ahora son 70 chicos. Pasé de estar sola a tener ocho profesores y un ayudante a cargo. Se necesita mucho esfuerzo. Imaginate que para algunos autistas llevamos un profesor solo”, cuenta Ibáñez, quien además de estar a cargo de la Escuela es maestra de primer grado y trabaja en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI).
-¿En qué consiste lo que hacen?
-Funcionamos hace 13 años dentro del club Quilmes. La idea también es abrirse a otros clubes. Nosotros tenemos la primera escuela de básquet inclusivo, con chicos con TGD (trastornos generalizados del desarrollo), autismo, síndrome de down, retraso madurativo y algunos con parálisis cerebral. Ellos hacen básquet como cualquiera, no tienen reglas adaptadas. Jugamos con inferiores pero no formamos parte de las del club. Por ejemplo, los autistas juegan con los mini o los premini, y los que ya saben jugar mejor lo hacen con los U13 o U15.
-¿Cómo conformaste el grupo de trabajo?
-La elección de los profesores era prueba y error, porque del profesorado salen sin saber lo que es la discapacidad. Lo que yo trato es que ellos les enseñen como a cualquier chico. Ellos pueden hacer cualquier cosa que vos les pidas. Quizás en el profesorado tienen una bajada de que hay algunas cosas que no se pueden hacer en estos casos. Hoy, muchos de los que trabajan acá me dan la razón sobre lo que les decía. Por supuesto que cada caso no es igual, más allá que tengan la misma patología. Trabajamos distinto con todos.
-Teniendo en cuenta que también sos maestra acumulaste una buena experiencia con chicos.
-Sí, lo que pasa que acá es distinto. Además de ellos te ocupás de los padres y de la familia, que vienen con un montón de preguntas que quizás un profesional de la medicina no te las puede contestar. Hay cosas que nosotros hacemos, no porque los profesionales no quieran hacerlas o no las sepan, sino porque nuestro trabajo es totalmente distinto.
-¿Qué significa para ellos estar en el Encuentro?
-Es muy importante estar en un evento como este. De hecho, nosotros buscamos clubes para ir a jugar o que vengan a casa. Hace cuatro años que Leo Minervini nos invitó y no dejamos de venir. Y también, en los días previos o después del evento, jugamos con algún club. Por ejemplo, el 6 de diciembre vamos a participar de un encuentro de básquet inclusivo que se realiza todos los años en Guernica.
-¿Siguen abiertas las puertas para recibir chicos?
-Por supuesto. Las puertas nunca se cierran, porque pensá que el 7 u 8 por ciento de la población tiene una discapacidad intelectual. ¿Si nosotros no recibimos más chicos qué hacemos con los que quedan? La idea es que más clubes cedan su espacio y capaciten a profesores para que este proyecto siga creciendo. Tenemos chicos que vienen desde Villa Devoto. Eso te pinta la situación.
-¿Un objetivo o un sueño que tengas?
-Oh, hay tantos… Uno que comparto con Alicia Vexina (organizadora del Encuentro) es el de la Federación Inclusiva. Este año no se nos dio de participar en el torneo Flex, pero el próximo creo que podremos estar.