La lucha diaria de Lautaro

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Actualizado: abril 13, 2016

«Estaba merendando para ir a entrenar, y llegan mis viejos apurados, diciendo que debíamos ir rápido al médico. Cuando llegamos, me internaron urgente. No entendí nada, pero desde ese momento, nada fue igual».

Lautaro Fonteiriz es el base de los U15 de Afalp, equipo que arrancó con buen pie su primer año en el Top 20, ganando sus dos compromisos. El 30 de mayo de 2013, listo para ir al club a otra jornada de entrenamientos, sucedió lo relatado por él mismo. Ante síntomas reiterados preocupantes (pérdida de peso abrupto, mucha ingesta de líquidos, cansancio profundo, levantarse varias veces en las noches para ir al baño), sus progenitores decidieron efectuar análisis.

«Llamé a la doctora por teléfono, y allí me dijo lo preocupante de la situación, y la necesidad de llevarlo a internar inmediatamente. Los índices de azúcar en la sangre estaban por encima de los 800, y los doctores no entendían como mi hijo no mostraba los síntomas de un coma diabético. Sin dudas, el practicar básquet, tener actividad deportiva le ayudó a sostenerse en ese momento tan delicado», expresa Carolina, su mamá, sentada junto a Lautaro y el cronista en uno de los salones de la institución de Ciudad Jardín, en la tarde-noche otoñal.

Lauty comenzó a jugar al básquet desde muy pequeño, a los cuatro años, a la par de su hermano mayor Federico (U17 en Afalp), junto a estar rodeado de familiares que lo practican de toda la vida: su papá aún despunta el vicio en los veteranos de Defensores de Santos Lugares (donde dio los primeros pasos), mientras que su tío es Lalo, el entrenador jefe del Verde. El único técnico hasta el momento, porque fue su maestro justamente en Defensores, y cuando Javier arribó donde está ahora, trajo a los sobrinos. Caro, la madre, es además oficial de mesa.

Hasta el momento de la internación, hizo natación. Porque la vida le pone pruebas duras, pero Lautaro le da pelea con la firme intención de vencer: junto a la diabetes, el asma también lo acucia. Y en ambas, se para de frente sin desánimos, con una madurez asombrosa para sus escasos 14 años (en julio cumple los 15). A finales del 2015, luego de una campaña espectacular junto a sus compañeros (24 partidos ganados, solo 2 perdidos, ante el posterior campeón, Los Indios), debió afrontar una peritonitis que lo dejó fuera de las canchas por el resto de la temporada, justo cuando asomaban los playoffs para determinar al mejor del Oeste.

«Me dio mucha bronca, principalmente cuando supe que no iba a poder jugar la final. Pero estaba doblado del dolor, fuimos al médico, me hicieron una ecografía y salió lo de la peritonitis. Entendí que ya no iba a estar presente junto a mis compañeros», expresa con tono tranquilo, con la mirada alternando al piso y periodista, simultáneamente. Mitiga ese fastidio por la ausencia forzosa, trayendo a la mesa aquel juego en Padua, «cuando ganamos por cuatro y aseguramos el ascenso, una fecha antes. Ese fue mi último partido, hasta este año».

Cuidados diarios y constantes, su familia (que se completa con Morena, la hermanita de diez, jugadora Mini en Institución Sarmiento) lo acompaña: en la casa no se comen galletas dulces, se evitan ciertas comidas y están pendientes por su salud. Las contingencias físicas de Lauty los ha robustecido en la relación familiar. Junto al círculo íntimo, los amigos, la gente del club, compañeros del colegio lo rodean y son muy solidarios con su situación.

«Tuvimos miedo al no saber, para nosotros fue algo absolutamente nuevo. Yo estaba lista para llevarlo al club, y me encontré con una internación por un coma diabético», expresa la madre, con resabios del dolor de aquel día.

«Yo no tuve miedo. Apenas me dieron el diagnóstico que me acompañaría toda la vida, lo acepté y decidí mirar hacia adelante. Tengo alegría al sentirme acompañado por toda mi familia, orgulloso de mi mamá», afirma este hincha de Racing, estudiante de tercer año en Las Carmelitas, seguidor de la Liga Nacional («me gusta ver a Obras, y ahora San Lorenzo, porque allí está Leandro Cerminatto, un amigo del club»).

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«Es un ejemplo, por como encara esa lucha diaria», dice Lalo, su entrenador. «Asumió con total responsabilidad la enfermedad, lo trasladó al deporte, compitiendo al máximo nivel y estar a la altura. Se pincha cinco o seis veces por día para medir los parámetros de azúcar en su sangre, y mantiene las ganas. De verdad, yo no se lo deseo a nadie, es muy pesada su situación, pero nos da vuelta a todos cuando lo vemos cumplir con sus responsabilidades sin escudarse en eso. Encima, semejante dedicación le hizo progresar como jugador: añadió tiro de tres, mejoró sus rupturas en las defensas rivales, las decisiones de cierre pasan por sus manos».

Tiene un sueño: «A veces pienso qué debo hacer para llegar a ser jugador de Liga Nacional; le agradezco a Afalp  poder permitirme jugar TOP 20, y enfrentar a clubes como Obras, Lanús, Boca. Soñaba con enfrentarlos un día, y este año se me dio. Me pone muy feliz».

Lautaro Fonteiriz, el gladiador de Afalp, un luchador de la vida.

FOTOGRAFÍAS: Romina Paula – AFALP