Diz Ríos no oculta su esfuerzo en Obras

Por
Actualizado: junio 17, 2016

Agustín Diz Ríos se compró una moto que le cambió la vida. En épocas de colectivo, tardaba una hora y media en ir desde su casa, en San Martín, a Obras, su segunda casa, en Núñez. Ahora, con chiche nuevo, no demora más de 30 minutos. Le ganó tiempo a sus días llenos de vértigo. Es que el entrenador asistente de Minibásquet, jugador de la Primera aurinegra y estudiante de tercer año del profesorado de educación física del Instituto (sí, todo eso) puede llegar a pasar entre 16 y 17 horas por jornada en el club. Días que comienzan a las 6 de la mañana y vaya a saber uno cuando terminan.

“Con la moto soy otra persona. Es otra vida. Antes dormía cuatro horas y ahora seis”, agradece entre risas. “Lo malo es que antes tenía más tiempo de estudiar en el colectivo, ahora se me complica. Hay que aprovechar los ratitos libres para estudiar, no queda otra”, agrega.

-¿Cómo te arreglás después de todo el trajín del día para tener a cargo a tantos chicos en el Minibásquet? Sos un tipo incansable.
-Mirá, mientras más descanso, más cansado estoy. Por eso estando en actividad acumulo más energía. Me conviene darle una continuidad al ritmo. Obviamente que cuando llego a mi casa caigo muerto. En los entrenamientos, los chicos vienen corriendo, te abrazan, y no les podés no seguir la corriente. Te contagian, te retroalimentan. Estamos entregados a los chicos. Hay que darles lo máximo que uno pueda.

-Se nota que lo disfrutás.
-Sí. Siempre estuve muy agradecido a mi entrenador de Minibásquet Mariano Soljacic, de Institución Sarmiento de Santos Lugares. Él me enseñó a jugar al básquet, pero sobre todo me enseñó a quererlo. A partir de ahí puedo estar 12 horas sentado mirando y hablando de esto. Es lo que quiero.

-¿Cuánto tiempo llevás en Obras?
-Este es el séptimo año. Arranqué en primer año de infantiles como jugador, y poco a poco me fui metiendo a cumplir el rol de entrenador y ayudar con los más chicos. Ahora siento que ya tengo un papel más importante de entrenador que de jugador. Así me considero.

-¿Por qué tomaste esa decisión?
-Porque es algo que me apasiona. Formar a los chicos es algo que me gusta mucho. Creo que como entrenador tenés un abanico de posibilidades más grande dentro del básquet. Y más yo que soy un jugador bastante limitado (se ríe).

-Igual no vas a colgar las zapatillas…
-No, sigo jugando en el equipo de Primera A con los chicos de las inferiores. Estoy contento también por eso, no está en mis planes dejar de hacerlo. Lo tomo como un divertimento, pero nunca me salió hacer las cosas a medias. Siempre entreno todo lo que puedo y a mil. Todo lo que hago es al cien por ciento. El tiempo es valioso y hay que aprovecharlo.

-¿Pensás jugar la Liga Sub 23 además?
-Por supuesto. Si fuera por mí, me dejo la barba y juego en +35. Lo disfruto mucho.

-¿Qué momentos elegís de todos estos años en el club?
-Como jugador, el año pasado fue increíble. Nunca pensé que podía disfrutar tanto de algo. Formamos un grupo espectacular con todos los juveniles. Salimos campeones de Capital y no se nos dio en el Argentino, pero todo superó mis expectativas. En 2015 llegué a la Tira A pensando en entrenar todos los días y jugar apenas unos minutos los fines de semana. Sin embargo terminé estando mucho adentro de la cancha. Y la posibilidad de jugar el partido homenaje al “Pipa” Gutiérrez con el equipo profesional en 9 de Julio fue inolvidable. Siempre vi muy lejos que me fuera a pasar algo así. Está claro que si uno entrena, lo hace con pasión y se preocupa, las cosas llegan.

-¿Qué objetivos te proponés de acá en adelante?
-La verdad que aprendí a disfrutar el día a día. El año pasado se me dieron tantas cosas que no esperaba que me ayudaron a esforzarme cada vez más. Uno tiene un montón de sueños, pero lo importante es laburar para que las cosas se den solas.

“Todos me dicen que tengo 40 años. El día del padre me saludan. Pero bueno, ya estoy acostumbrado”, bromea Diz Ríos. Claro, su aspecto y su manera de encarar la vida cotidiana no se relacionan tanto con un pibe de 20 años.

Para él se termina un nuevo día de trabajo. Su moto lo espera para volver a casa y ganar un par de horas de sueño. Es hora de descansar.

FUENTE: Prensa Obras Basket