Porteño festejó el Día del Niño con solidaridad

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Actualizado: agosto 31, 2017

El jueves 24, Estudiantil Porteño realizó en su cancha los festejos por el Día del Niño. Concurrieron más de un centenar de pequeños, quienes conforman en la actualidad la base piramidal de la actividad en el club de Ramos Mejía.

Se hicieron juegos en todo el rectángulo, a cargo de los profesores encargados del trabajo con el minibásquet en sus tiras, acompañados en esa función por Pablo Barrios, flamante incorporación para el Torneo Federal, quien además realizó en las vacaciones de invierno su segundo campus.

Junto al evento recreativo, la subcomisión organizó la colecta de juguetes para ser entregados al merendero La Morocha, ubicado en el kilómetro 39 de la Ruta 3. El mismo, al cual acuden cada tarde aproximadamente un centenar de chicos para poder tomar la merienda antes de regresar a sus casas, lo administran Augusto y Estela Alioto, matrimonio con un gran sentido del trabajo comunitario en busca de ayudar a los más desprotegidos. Ambos son padres de cinco hijos: Karina (radicada en España), Pablo, Mailen, Matías (los tres con pasado como planilleros del club) y Brian, y desde el año 1998 hasta el 2003, trabajaron en la comisión de básquet.

«Nuestro hijo Pablo era monitor, y nosotros estábamos en la subcomisión; eran años muy duros porque nos tocó todo el problema del 2001 y las secuelas posteriores, con el club totalmente en quiebra y por ende, no recibíamos ningún tipo de ayuda para la actividad. Recuerdo que para poder completar los equipos formativos y competir en otras canchas, salíamos con micros a las casas de chicos, buscarlos y así evitar perder los puntos. Si bien habían padres que trabajaban, otros no, y entonces teníamos que realizar muchos eventos para poder cubrir los costos. Gracias a Dios, tuvimos la colaboración de otros deportes; por ejemplo, las señoras del tenis o las que jugaban a las cartas, hacían tardes de tés, y lo recaudado nos lo donaban. Si generosidad fue maravillosa y eso nos permitió conformar una enorme unión con otras actividades; eran etapas donde en la parte trasera de la entidad cocinábamos pollos y salíamos a venderlos a las familias del barrio.Todo servía para afrontar aquellos años complicados», comenta Estela, durante un alto en su trabajo, preparando todo para que en un rato, como cada tarde, lleguen los niños a tomar su merienda.

Llegó a La Morocha a través de la Fundación Si, la cual se encarga de dar de comer a gente con situación de calle y los merenderos, con el objetivo que los chicos obtengan contención y evitar su desembarco en la calle, donde quedan expuestos a la delincuencia, robos, drogas y otros flagelos sociales. Con un inmenso espíritu solidario, toda su vida colaboró con estos organismos. «Recuerdo ser muy chica y ya ir a los merenderos a ayudar; lo hice toda la vida, porque estoy convencida que ayudando a los más pequeños, podemos dar nuestro aporte a achicar la delincuencia juvenil; porque si a uno de ellos le brindás cariño, además de un hogar adecuado, les brindás herramientas para insertarse en la sociedad».

No lo dice como frase hecha; sus dos hijos menores, Matías y Brian, son adoptados, y llegaron al hogar de los Alioto cuando tenían seis y cinco años respectivamente. Además, la pasión de la familia con el básquet sumó un nuevo eslabón, ya que Nicolás Gallo, jugador de la Primera de Colegiales, entidad disputando la Copa Metropolitana, convive con Mailén.

Hablando de la ayuda recibida por parte del club, menciona:

«No es la primera vez que lo hacen: Marcelo (Belloni, uno de los dirigentes) colaboró muchas veces con comida para el merendero; incluso en un momento organizamos una subcomisión encargada de la parte social enfocada en la adolescencia, aunque no hubo mucho eco. Y es un tema interesante poder trabajar ese punto con los chicos, porque en el caso de Porteño, tenemos una particularidad: está integrado en su enorme mayoría por clase media, y no conocen las necesidades reales de otro sector de la sociedad. Por eso trabajamos en la concientización sobre la importancia de ser solidarios con quienes menos poseen».

La actividad, entonces, tenía como consigna traer un juguete para los niños que acuden al merendero, y por cierto, la repercusión superó las expectativas de los organizadores. Tanto, que fue el año donde se juntaron más juguetes; y si el clima lo permite, este domingo 3 de septiembre le serán entregados. Se le pregunta a Estela acerca de lo que comen los chicos allí.

«Generalmente se les hace un arroz con leche, con alguna galleta o trozo de pan, porque todos ellos almuerzan en los colegios y por la tarde vienen a merendar. Son unos cien por día, y cuando organizamos eventos especiales, ese número se duplica porque vienen los amigos, primos y conocidos», expresa.

Los recursos a veces son escasos para satisfacer las demandas de los pequeños, y por eso la consulta sobre los productos con los que se puede colaborar quienes deseen hacerlo.

«Lo más utilizado es azúcar, arroz, leche, harina, levadura, porque con esos insumos podemos amasar los panes, las galletas y preparar el arroz con leche, ya que es algo que les permite alimentarse y no solo llenar el estómago». Para quienes deseen colaborar con esta tarea en el merendero La Morocha, pueden comunicarse vía mail a estelatiscornia@yahoo.com.ar.

Es común verla junto a su esposo en la cancha cada vez que Porteño juega de local. Y tiene su explicación a pesar que ninguno de sus hijos juega o participa en el club.

«En su momento costó muchísimo sacar a Porteño de la situación en la que estaba sumergido y da gusto verlo en esta realidad; además, varios de los chicos que hoy están en la Primera, eran los preminis o minis de aquellos años, y eso te vincula con un lazo fuerte, que va más allá de tener hijos o no haciendo deporte. Una de las cosas más importantes que me brindó el básquet de esta institución fue haber conseguido amigos, con los cuales hoy día somos familia del corazón. Estamos siempre juntos, y en Estudiantil Porteño con ellos tengo hermanas, hermanos, sobrinos, y sin dudas por sobre los hechos vinculados al deporte, rescato esos afectos como lo mejor que me dejó. Por eso sigo viniendo, colaborando y alentando a los chicos que juegan. Porque es parte de mi vida», señala.

Desde aquellos años complicados para la entidad del oeste a este presente, uno de los emergentes fue Estela con su esposo Augusto, quienes llevan adelante junto al básquet, una elogiable y ejemplar labor comunitaria.