Los chicos como protagonistas

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Actualizado: octubre 15, 2014

Cuando tenía edad de Mini (no existía la denominación Sub 13) jugaba en Sporting de Mar del Plata y pude participar en dos oportunidades del Encuentro Argentino. Ambas, con oprobiosas derrotas ante Pinocho y Club Morón, las cuales pudieron ser lavadas en el gimnasio del Colegio Hermanos Maristas, cuando las instituciones de Villa Urquiza y Castelar retribuyeron las visitas.

Después de muchísimos años pude ser parte de una nueva edición, la 41a, llevada a cabo en Tecnópolis, y no pude evitar por momentos, mientras veía a las delegaciones desfilar, transportar mi mente hacia aquellos tiempos, cuando desfilé con mi club en Plaza de Mayo y de ese modo lograr en parte cierta empatía con miles de niños reflejando en sus rostros la felicidad por ser partícipes de un momento que jamás borrarán de sus retinas.

Desbordantes de energía y efusividad, desde muy temprano fueron llegando al predio tecnológico con las indumentarias representando a sus equipos y en numerosos casos, presentando mascotas, portando estandartes y banderas, además de incluir en sus delegaciones personajes cinematográficos, quienes dieron un colorido especial al momento de ir desfilando rumbo a la puerta de ingreso destinada previamente.

Entre las mascotas, fue el tigre quien dijo presente en mayor cantidad: Boca Juniors, Lanús, Ciudadela Norte, Wilde Sporting, además de Libertad de Sunchales, tenían al felino encabezando sus delegaciones. Pero la fauna dijo presente en diversas formas y especies; entonces San Miguel tuvo a su jirafa, Morón al halcón, Tres de Febrero y Harrods fueron encabezados por simpáticos perros. Y Defensores de Banfield presentó masivamente a su Rana.

Por cierto, las mascotas ineludibles no se perdieron la fiesta: el Torito de Mataderos encabezó las filas de Nueva Chicago, el Gallito la del Deportivo Morón y la Tortuguita al frente de Cooperativa. Infaltable, como no podía ser de otro modo, el graduado de Universidad de La Matanza con diploma en mano. Y al tratarse del evento más importante del básquet, los balones naranjas reflejaron prestancia con nombre propio: «Rolli» representó a Atlético Boulogne y «Morenito», a Moreno de Quilmes.

Ante el incesante desfile protagonizado aproximadamente por diez mil chicos con sus entrenadores y monitores, pudo observarse la presencia de varios personajes del cine, quienes llamaban la atención de los visitantes ocasionales al margen de la fiesta, dispuestos a disfrutar de las múltiples opciones ofrecidas por el lugar. A consecuencia de ello, no faltaron los pedidos de fotos. En ese rubro el más solicitado fue el Grinch perteneciente a Unión Vecinal de Munro. En personajes representados por Jim Carrey, no faltó la Máscara, traído por Sociedad Alemana de Villa Ballester. James Sullivan y Mike Wasowski, figuras centrales de Monster Inc custodiaban a El Talar, y Pinocho no podía estar ausente en el estandarte del club de Villa Urquiza.
Las niñas no le fueron en saga ya que los equipos de Centro Español, Derqui y Country C.I.B. secundaron a Lola Bunny. Hablando de conejitas, las chicas de Florida Club desfilaron con las orejitas, al igual que San Andrés, aunque en el caso de las de Malaver, fueron de ratoncitas.
Sportivo Ballester tuvo a su Osita y Sunderland se presentó con los rostros pintados de negro y blanco.

Desde Lanús no quisieron ser menos y con sus banderas, las Guerreras de Olimpo y las Lobitas de Social dijeron presente.

En medio de toda esa algarabía, a la que no podía permanecer exento, mientras se hacía imposible no mover mis pies al ritmo de la Murga «Los Magos de Saavedra» llevados por Obras Basket, me conmoví cuando pasaron frente a mis ojos la Escuela de Estimulación Básquet, que bajo la dirección de Sol Ibáñez alberga a niños y adultos con Síndrome de Down, T.G.D. y autismo con deseos de practicar este deporte. La misma funciona con dos sedes (una en el Quilmes Atlético Club, la otra en Deportivo Berazategui). Hace doce años comenzó con un alumno, hoy son 75. Verlos con sus remeras y sus caritas irradiando felicidad, me dio la certeza que el Encuentro ya se justificaba por sí solo.

Una vez dentro del estadio, prosiguió la fiesta bajo la conducción de Leo Montero y Mariano Latorre y los chicos se divirtieron al ritmo de Rosco y Lola, las mascotas oficiales de la Asociación de Jugadores.

Rosco es una atracción aparte. En pleno dilema sentimental con Lola, se bancó los desafíos musicales y de baile al que lo enfrentaron, para delicia de grandes y chicos. Si Rocky, la mascota de Obras, quiso dejar en claro que en su sangre circula rock, Rosco no tuvo disimulo en mostrar que sus genes transportan cumbia, cuarteto y reggaetón. Si un personaje de película quiso plasmar sus habilidades sobre la pista, Rosco levantó ovaciones con sus piruetas. Rosco es puro histrionismo y hasta copa la parada cuando Montero saluda con un beso en la mano a la sensual Lola, marcando territorio: la conejita es solo suya.

Cuando ocurría la desconcentración, me senté en una de las sillas dispuesto a escribir sensaciones de lo que estaba viviendo. En ese instante, uno de los chicos, abstraído de todo, enfocado en la música brasilera que el DJ había seleccionado, bailaba sin pudores, tiempos y espacios. Quedó frente a mí y comprobé su pertenencia al club Boulogne. Cuando notó que lo observaba, su carita no mayor a los once años mezcló a la alegría previa cierto estupor y vergüenza. Bajé mi mirada simulando escribir, para que no se sintiera incómodo, y en ese instante entendí el prisma restante, la otra mirada.

Ajeno a todos los aspectos ese niño, inmerso en su felicidad por el instante que será inolvidable en su vida, y a la vez representando a miles que en este 41o Encuentro llegaron de todo el país, Uruguay, Paraguay y Brasil, me hizo refrescar el concepto irrevocable que ellos son los ÚNICOS, AUTENTICOS y VERDADEROS protagonistas de esta fiesta.