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Con el objetivo de seguir fomentando el desarrollo del básquet en cada...
Ricardo González es una de las grandes leyendas, no solo del básquet nacional, sino del deporte argentino en general. Capitán y campeón del Mundial de 1950, integrante del seleccionado que alcanzó el cuarto puesto en los Juegos Olímpicos de 1952, figura de las competencias metropolitanas y desde 2009, integrante del Salón de la Fama de la FIBA.
Claro que en ese camino no estuvo solo y compartió muchas de esas proezas con un grupo de jugadores inmortalizados para siempre en la historia grande de nuestro básquet.
Uno de ellos fue Rubén Menini, figura de Obras Sanitarias y otro de los campeones del Mundial 1950, a quien lamentablemente perdimos en los últimos días. González, así recuerda a su compañero.
«Con Rubén y Furlong empezamos a jugar juntos en la selección de Capital, fuimos a Campeonatos Argentinos, a los Juegos Olímpicos de Londres, al Mundial, a los Juegos de Helsinki. Siempre juntos. Éramos muy amigos. Él venía muchas veces al Club Palermo, era un tipo fantástico. Siempre de buen humor. Siempre con una sonrisa, con un chiste. Era fantástico«.
«Los dos teníamos prácticamente el mismo puesto. Éramos los dos bases. Lo que pasaba era que yo quizá como hacía el contraataque, siempre entraba como titular. Él a veces entraba de titular y a veces no. Pero cuando el contraataque no salía, después me volvía a la posición del base, junto con él. Así que jugábamos juntos. Fue una vida. Fue un gran jugador de básquet, titular de la selección Argentina. Y si era un gran jugador, era todavía mejor como persona. Una maravilla de tipo. Siempre de buen humor».
Dentro del relato y de la vida de González, el Club Palermo es una constante. No solo por haber defendido sus colores entre 1949 y 1956, sino por mantener un muy fuerte vínculo con la institución, a punto de realizar encuentros allí con amigos y compañeros, cada día miércoles.
«No hay un día en el que no nos hablemos con el presidente del club. Hace un rato hablé con él. Estamos permanentemente en contacto. Nunca faltamos en el encuentro de los miércoles. Ahora con la cuarentena no podemos, por supuesto. Pero para darte una idea, hoy ya hablé con seis personas del club. Todos los días nos hablamos. Es una vida, todo el mundo está esperando que esto termine para encontrarnos. Pero bueno, por lo menos nos hablamos y estamos un rato charlando. El club es muy importante para nosotros y para nuestras familias».
«Yo no empecé a jugar en Palermo, porque vivía en La Paternal. Empecé en Añasco, un club que todavía está y que tenía una canchita de básquet. Los clubes de barrio eran muy importantes. Lamentablemente, para los chicos y para su educación, hoy muchos clubes no se pueden sostener. Yo aprendí a jugar ahí y después me fui a afiliar. El mismo muchacho que me enseñaba ahí, que se llamaba Juan Fleitas, me llevó a Sportivo Buenos Aires».
González acérrimo de la importancia del club de barrio. Y él mismo es un ejemplo del rol que puedan tener en la formación deportiva y social de sus integrantes.
«En cada oportunidad que tengo, defiendo al club de barrio. Porque me da tanta pena, que a veces no puedan tener equipos federados. Los chicos no van a los clubes grandes, se inician en los clubes de barrio, por eso son tan importantes».
Para cerrar, el Negro recuerda lo que sintió al ser elegido para el Salón de la Fama FIBA, del cual también forman parte otros campeones del ’50 como Furlong y el entrenador Jorge Hugo Canavesi.
«Cuando me nombraron para el Salón de la Fama fue una cosa muy emocionante. Aparte fui con mi mujer, a quien desgraciadamente ya no tengo más conmigo, porque falleció hace ocho meses. Con ella visitamos Europa. Una maravilla como me atendieron. Fue una cosa fantástica, muy emotiva, muy linda».
Foto: Infobae