Tovorovsky y sus EAM como jugador y DT

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Actualizado: septiembre 15, 2015

«Empecé y jugué toda mi vida en Macabi. Mi hermano Mauro -dos años mayor- comenzó a jugar a los cinco años, mi viejo era del club, por eso ya de chico pasaba tiempo allí. Igualmente, en el patio de casa teníamos un aro chico, donde lanzábamos tiros toda la tarde; a los cinco, arranqué en la escuelita y apenas cumplí los seis, me federaron y debuté con los preminis», expresa Hernán Tovorovsky, entrenador de All Boys, en un alto de la media tarde semanal, charlando con Prensa.

El técnico, quien dirige la primera del Albo de Floresta, está casado con Laura hace un lustro y fruto de esa relación nacieron Martina, de tres años, y Facundo, de apenas dos meses. En su infancia, vivía a dos cuadras de Náutico Hacoaj, pero su padre Rolando era de Macabi de toda la vida, y allí fue cuando comenzó a practicar este deporte. Sus inicios lo vieron como perimetral, posición donde se desempeñó durante todas las formativas, «hasta que un entrenador que hoy día es un amigo, Marcelo Travnik, tuvo la idea loca de ponerme como base en primera, aunque nunca fui muy bueno (risas)».

Hernán evoca de sus años en el minibásquet a profesores como Víctor Daich, Walter Pistarelli, «un técnico al que le perdí completamente el rastro y hace dos años agarró Arquitectura y pude volver a saber de él» y Silvano Perroni, quienes le inculcaron los fundamentos para desarrollarse dentro del rectángulo, y a la vez, transmitir conocimientos en su rol de entrenador.

«Hace casi diez años que no dirijo mini, pero cuando lo hice, siempre intenté inculcarle a los chicos la importancia de entrenar, con la prioridad del estudio. Que no falten, entrenen y sean responsables en los compromisos asumidos», expresa al ser consultado acerca de las enseñanzas derramadas a sus pequeños jugadores.

«Tengo guardado los mejores sentimientos de aquellos momentos, fue algo hermoso, principalmente por lo que se lograba en los clubes con la amistad del minibásquet. Armamos un grupo con el cual nos seguimos viendo; somos seis y mantenemos ese vínculo. Mi mamá Miryam tenía a la vuelta de Macabi un kiosco, entonces, cuando salía del colegio al mediodía, me iba a comer allí, descansaba un ratito, y a las dos de la tarde ya me iba a practicar tiros, hasta las cinco, cuando comenzaban los entrenamientos. Era un momento especial porque me vería con mis compañeros y amigos».

Al momento de hablar sobre los Encuentros Argentinos, desglosa sus experiencias tanto en su faceta de jugador como técnico, narrándolas con el entusiasmo de alguien que sin dudas ha disfrutado muchísimo esos eventos.

«De los Encuentros tengo muy buenos recuerdos, recibimos equipos de Azul, de Uruguay, Rosario, Sastre y otro de Córdoba, y de ellos me vienen a la memoria una buena y una mala. Cuando fui a Azul, en la casa los padres tenían abajo, a un costado de la entrada principal, unos videojuegos, y para nosotros era como estar en Disney. El primer día mis compañeros y los del equipo contrario vivíamos ahí adentro, solo salimos a jugar al básquet.

En cambio, al de Córdoba no pude viajar porque un día antes me había enfermado, estaba con fiebre; si bien mejoré, cuando llegó el momento de ir hacia el micro volví a sentirme mal. Intenté no decirle nada a mis padres, porque quería viajar, pero volaba en fiebre y me lo perdí. Mis compañeros me contaron todo al regreso, pero tenía la tristeza de habérmelo perdido», cuenta con reminiscencias de amargura infantil por no haber podido ser parte de ese viaje a la provincia mediterránea.

Como responsable técnico, y sabiendo las huellas marcadas en los niños que participan en los diversos Encuentros, debió contemporizar, hablar y explicar cuando surgían temores en algunos padres al momento de permitirles viajar; en esas persuasiones, les aseguraba que sus hijos jamás lo olvidarían, por eso intentaba convencerlos. Una vez transcurridos, la satisfacción paterna y lógicamente de los protagonistas más chicos por haber aceptado las palabras de Hernán era el sentimiento predominante.

«En lo personal, viajé a varios lados, pero tengo presente dos: uno en Bahía Blanca, justamente en Bahiense del Norte, en el preciso momento que Manu (Emmanuel Ginóbili) la estaba rompiendo en la NBA; los chicos estuvieron con el papá y sus hermanos, estuvo muy bueno. Los chicos pudieron jugar en la misma cancha donde con su misma edad, Manu daba sus primeros pasos.

Antes estuvimos en Olavarría, con Estudiantes compitiendo en la Liga, dirigido por el Oveja Hernández, y dentro del plantel de jugadores estaban Paolo Quinteros, Byron Wilson y los hermanos Farabello. Habían salido campeones el año anterior y tuvimos la chance de ver dos entrenamientos además de presenciar un partido, lo que resultó una gran experiencia para ellos, porque pudieron presenciar de cerca el reflejo de lo que era la Liga Nacional».

Hernán Tovorovsky, un apasionado de este deporte, un obsesivo de las estadísticas, capaz de estar durante horas en la madrugada post jornada charlando y sacando números con quien suscribe esta nota en la búsqueda de saber cómo quedan posicionados los equipos clasificados a los playoffs, durante la pasada temporada del Torneo de Conferencias Superior. Con esa misma pasión, recuerda aquellos tiempos, cuando siendo un niño de seis años comenzaba a competir en los torneos federados, junto a su hermano, con quien compartió todos los planteles hasta la Primera. Y acumulando experiencias que hoy día, las sigue narrando con la melancolía de las historias grabadas a fuego.